Judith, de 8 años, ya está con sus abuelos paternos y disfrutando de su padre, Jesús D., de 48 años. No fue en las dependencias judiciales de Manresa, tal y como ordenó la jueza, sino en un lugar más discreto y lejos de las cámaras de televisión, que tomaron estas oficinas. La madre, Adriana L., cumplió, y a última hora de la tarde se despidió de su hija a la que, en un principio y si no cambian las circunstancias, no volverá a ver durante unos meses. La magistrada María Eloina González le había retirado la guardia y custodia por haberla enemistado con su padre. La menor sufría lo que se denomina síndrome de alienación parental o, lo que es lo mismo, fobia grave hacia su padre.

A las ocho de la tarde cumplía el plazo acordado por la jueza para que Adriana o una persona de su confianza hiciera el traspaso de la niña a una pediatra forense que, a su vez, se encargaría de ponerla a disposición de los abuelos paternos de forma inmediata. En principio, debía ser en el despacho de los médicos forenses en los juzgados de Manresa (Bages). Sin embargo, al final, la entrega se hizo en un lugar y neutral: un convento de monjas de esta población. La jueza siempre estuvo al tanto. "Se ha ejecutado la sentencia y la niña ya está con los abuelos paternos", afirmó el abogado del padre, Leopold Corbella. Era muy reciente la entrega y eludió dar más detalles sobre el reencuentro de la niña con su progenitor.

Los abogados de la madre y el padre pactaron ayer que la entrega se realizara en un sitio más discreto que los juzgados, en cuya puerta había numerosos periodistas, para proteger el derecho a la intimidad de las familias.