TCtada vez que vengo del festival de Mérida, la Guardia Civil me para y me pregunta que de dónde vengo. Los guardias son muy cucos y muy profesionales, de tal manera que si les respondes que del festival, inician una conversación sobre la obra de esa noche y si no la sigues, te delatas. Yo, a los guardias, los respeto mucho y no oso llamarlos picoletos ni maderos, pero las niñatas de la ESO no son así. Para ellas, cualquier autoridad es detestable y se refieren siempre a policías y guardias con términos extraídos del argot.

Las niñatas de la ESO no estudian mucho, pero tienen un desparpajo que vale tanto como una licenciatura. La otra mañana estaba haciendo cola en la ventanilla de Tráfico cuando le tocó la vez a una niñata de la ESO. Era muy divertida y muy desinhibida: bajita, con el pelo lleno de mechas y de rizos y con un tatuaje tremendo donde la espalda está a punto de combarse. Lo primero que hizo fue decirle a la amable funcionaria que los maderos no le dejaban sacar la moto porque le faltaba un papel. Que si los maderos por aquí, que si los maderos por allí, que si no podía vivir sin su moto, que para ella era vital. En la cola había inmigrantes agobiados, un señor que no podía salir de España porque le habían robado toda su documentación, es decir, gente con verdaderos y graves problemas, pero la niñata de la ESO ponía tanta pasión en su minúsculo contratiempo que toda la fila se solidarizó con ella, olvidamos nuestras preocupaciones y aplaudimos a la señora de Tráfico cuando le solucionó la cuestión y acabó con sus desencuentros con los maderos.