Un niño de 3 años, Adrián, que sufre una taquicardia maligna por la que ya había sufrido tres paros cardiacos, ha salvado la vida gracias a la colocación de un desfibrilador automático bajo la piel del abdomen, que a partir de ahora suplirá y reanimará a su corazón si vuelve a detenerse. Lo innovador de la intervención, realizada en el Hospital de Sant Joan de Déu, y sin precedente en España, es que los cables eléctricos que transmitirán los chispazos en caso de síncope no llegan al corazón a través de una vena, sino que actúan por proximidad.

Están bajo la piel, alrededor del tórax del pequeño, sobre el punto más próximo a su ventrículo derecho. A diferencia de lo que ocurriría con un cuerpo adulto, el corazón de Adrián puede captar perfectamente así la señal eléctrica.

De esta forma, el niño no deberá ser intervenido cada tres o cuatro meses para alargarle el cable transmisor a medida que su tórax crezca, ni almacenará ese material eléctrico en las sucesivas venas empleadas en cada recambio (siempre se necesitaría una vía sanguínea distinta).

"Al cabo de tres o cuatro recambios, ya no nos quedarían venas libres, y seguiría creciendo --dijo Josep Brugada, artífice de la operación y responsable de la unidad de arritmias cardiacas del hospital--. Cuando tenga un cuerpo de adulto, le instalaremos un desfibrilador definitivo que canalizará los electrodos a través de una vena".

Adrián sufrió su primera taquicardia grave, con pérdida de conocimiento por paro cardiaco cuando tenía 2 años. "Salí de la cocina y me lo encontré en el suelo del pasillo, sin reaccionar, como un muñeco", explicó ayer Ana, su madre. Las arritmias por fallo ventricular grave, explicó Brugada, dejan sin conocimiento en apenas ocho segundos y son mortales si tres minutos después no se ha reactivado externamente el corazón parado. A veces, lo hace espontáneamente.

El padre de Adrián, José María, no recuerda cuántos minutos estuvo sin latir el corazón de su hijo en aquel primer síncope. "Me parecieron horas". Solo sabe que salieron corriendo con el niño en brazos, en dirección al hospital. Otros dos paros en los meses siguientes llevaron al equipo de Brugada, y al médico del niño, Antonio Berruezo, a la conclusión de que tenía un altísimo riesgo de morir de forma súbita.

Asumieron que la edad y el diminuto tórax lo convertían en candidato óptimo para experimentar la nueva instalación del desfibrilador que finalmente, así lo aseguró Brugada, ha resultado un éxito. "Lo tiene muy claro", explicó José María. "Es consciente de que lleva una cosa muy importante, y la cuida --añadió la madre--. Incluso le ha dado un nombre para decírselo a los amigos, lo llama hueso mágico".