La Fiesta debe mucho a Victorino Martín. Ese genial ganadero, aunque de Galapagar, amó a Extremadura casi hasta el delirio y entre nosotros se afincó, por lo que los extremeños le sentimos como propio. En las fincas Monteviejo y Las Tiesas de Santa María, en Moraleja la una y en Portezuelo la otra, hizo de alquimista para dar grandeza a un encaste único, ese que conocemos como los victorinos, a los que él llevó a la gloria.

Por eso nuestra crónica de hoy debe tomar como referencia a la corrida en sí. No fue la corrida soñada, y ya lo decimos en nuestro titular. Pero tiene mucho que contar, porque los toros de esta vacada tienen, sobre todo, personalidad.

No tuvo toros a modo Antonio Ferrera y pasó ayer por Sevilla con el reconocimiento a su capacidad lidiadora, pero sin poder triunfar.

Modélico fue como el paisano sacó a los medios a su primero, un precioso cárdeno, un puntito abierto por delante, bajito y largo de cuello. De salida se quedaba corto pero Antonio Ferrera le enseñó a embestir andándolo hacia atrás. Torería con el capote y torería lidiadora.

No banderilleó Ferrera, pues así lo ha decido este año. Comienzo de faena muy a modo, llevándo al burel por abajo, sin cortarle el viaje. Se lo sacó al tercio y en redondo, aquello no lucía. Pegajoso el toro, no era bueno el final del muletazo pues parecía que se enteraba a partir del embroque. Por el pitón izquierdo se quedaba muy corto al principio aunque Ferrera consigió alargar sus embestidas. Pero volvió el animal a las andadas, tenía que dar el toque Antonio y resulta que estos toros piden que no se le de.

A portagayola se fue Manuel Escribano a recibir al segundo. La moneda al aire. Se paró el toro y segundos angustiosos hasta que se arrancó y le soltó el capote. Toro alto de agujas y largo de cuello, muy serio por delante. Bien por Curro Sanlucar en dos puyazos delanteros, como hay que picar.

Toro que transmitió mucho en banderillas, de muchos pies pero sin humillar. Inicio de faena por abajo. Lo enganchaba el sevillano con la zurda y lo llevaba hacía atrás y hacia adentro. Largos los naturales. Siguió pero, ante el toque brusco, el astado se descompuso y desarmó al torero. Era un toro de mucho llevar, exigente, de muchas teclas que tocar, comenzando por la colocación y el valor para aguantar una embestida nada pastueña y sí encastada, con cierta aspereza.

Serio el tercero, largo de cuello, no lució en el capote de Daniel Luque. Dos puyazos muy traseros, el toro pareció acusarlo porque esperaba mucho en banderillas. Derribó a Juan Contreras y se fue a por él, a quien perdonó.

Era un toro muy complicado pero no fue acertado comenzar el trasteo vaciando los muletazos por arriba. Cada vez más violento, recordaba a los victorinos casi imposibles, iba desorrallando cada vez más genio, se quedaba corto y tenía violencia. El toro, con derrame, entre las dos rayas se tragaba la muerte, que fue de toro muy duro, espectacular, no podemos decir que de toro bravo, pero sí de los que como diría Victorino el viejo, piden del DNI a los toreros.

Una pintura era el cuarto, cárdeno claro. Bajito, engatillado de cuerna. Muy en el tipo de la ganadería, con esa viveza consustancial al encaste, hocico de rata. Parecía que la virtud del toro era que humillaba, mas esperaba en el segundo tercio.

Entre las dos rayas, sin más Ferrera se dispuso a torear en redondo con la diestra. Pronto un desarme porque el animal embestía rebrincado y le faltaba el tranco final. Toro sin ritmo, perdía las manos, lo que impedía el lucimiento y, como se quedaba corto, el torero tenía que perderle pasos. Poco agradecido porque Ferrera le quiso hacer bien las cosas pero él burel siempre estuvo a la defensiva.

Nuevamente se fue Manuel Escribano a la puerta de chiqueros. Momentos de apuro otra vez. Era un toro serio, por delante más en Santa Coloma que en Saltillo, con una cosa muy buena al embestir, y es que adelantaba el hocico.

Fijeza del cárdeno en banderillas, embestía despacito, algo complicado para quien va a clavar los palos. Pero también perdía las manos este animal, que aunque tenía clase le faltaba recorrido. Por eso los muletazos de Escribano eran de uno en uno y le tenía que perder pasos. Decidido el torero, tapó carencias sin que la faena subiera de tono.

Un punto más alto pero largo de cuello el sexto, también fue complicado de torear con el capote. No se definen los toros de Victorino de salida y sí a partir de su paso por el caballo.

Pases de tanteo de Daniel Luque antes de torear en redondo. Después, el toro se movía, reponía, pero a los toros de este encaste hay que llevarlos por abajo, lo que exige mucha disposición y valor. Series no muy largas, el animal transmitía. El torero hacía el esfuerzo, los toques eran suaves, mas la conjunción prendía con alfileres. Comenzó a sonar la música cuando la faena perdió intensidad. Al natural, más desigualdad, también porque decayó la entrega del astado.

Esperábamos más de una corrida siempre tan especial.