La gigantes infraestructuras alienígenas que, según una hipótesis, se mueven alrededor de la estrella KIC 8462852 mermando excepcionalmente su brillo, son con toda probabilidad nubes de polvo excepcionalmente grandes. Así lo apuntan dos estudios publicados a principios de año y basados en la observación de cuatro "apagones" de la estrella, detectados en la primavera de 2017.

Los trabajos, firmados por más de cien investigadores, analizan medidas realizadas por telescopios de todo el mundo. Entre marzo y diciembre de 2017, estos se apuntaron casi cada día hacia esa estrella, que se considera la más misteriosa del universo.

La estrella de Tabby (su nombre más amable, inspirado en el de su descubridora, la astrónoma de la Universidad de Luisiana Tabetha Boyiajian) se encuentra a 1480 años luz de la tierra, en la constelación del Cisne. Sería una estrella del montón (grande como un Sol y medio y 1.000 grados más cálida), si no fuera porque su brillo oscila de forma descomunal.

En 2013 y 2015, su luminosidad bajó hasta un 20%, según datos del telescopio espacial Kepler. Además de ser una reducción no observada en otras estrellas, esos desmesurados parpadeos se produjeron sin ninguna periodicidad. Este comportamiento es tan inexplicable que los astrónomos llegaron a desenterrar la idea de las esferas de Dyson: enormes infraestructuras maniobradas por civilizaciones extraterrestres.

Parpadeo en mayo

En Mayo de 2017, la estrella de Tabby volvió a bajar repentinamente su luminosidad. En esta ocasión perdió sólo un 2% de brillo, pero tenía telescopios de todo el mundo observándola. Las lentes del Kepler captaron una imagen en blanco y negro, y esta vez se pudieron analizar los colores que componen su luz.

"Las reducciones eran mucho más intensas en el azul que en el verde y muy pequeñas en el rojo e infrarrojo", explica Bradley Schaefer, astrofísico de la Universidad Estatal de Luisiana y coautor de uno de los trabajos. "Si lo que está en medio fuera un objeto opaco, la bajada de luz debería ser la misma en todos los colores: debe ser algo translúcido", explica Hans Deeg, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias y coautor del otro artículo.

"Quedan descartados los objetos rocosos, asteroides, planetas con anillos y las infraestructuras alienígenas", concluye Enrique Herrero, del Institut d’Estudis Espacials de Catalunya (IEEC). Aunque tales construcciones alienígenas fueran semitransparentes, deberían emitir al menos un poco de calor, porque consumirían energía. Pero no hay traza de ese calor. Lo más compatible con este fenómeno serían nubes de polvo astronómico: partículas de roca de entre una milésima de milímetro y un milímetro.

"Es un paso adelante muy importante: es el tipo de observación que necesitábamos", afirma Daniel Angerhausen, investigador de la Universidad de Berna no implicado en los últimos trabajos y que estudió anteriormente la estrella de Tabby.

Nube sin precedentes

El tamaño de estas nubes, en cualquier caso, tampoco tiene precedentes. "Debe ser una nube de talla comparable con la de la estrella", afirma Deeg. Las medidas son incompatibles con los discos de polvo que rodean las estrellas jóvenes y además la de Tabby no lo es.

"Vemos el polvo, pero no vemos el objeto que lo emite", prosigue Deeg. Podría haberlo ocasionado un planeta, un asteroide o una cometa que hayan colisionado con otro objeto, pero las observaciones no encajan tampoco con esta hipótesis. Una explicación alternativa sería que algún proceso interno a la estrella mermara su brillo, pero no hay ningún fenómeno físico conocido que produzca un efecto tan espectacular.

Ahora, los científicos esperan un apagón de mayor tamaño. "Ahora, tras aprender tanto de las observaciones de año pasado, es cuando empieza lo verdaderamente divertido", afirma la mamá de la estrella, Tabetha Boyiajian.