Los escándalos por pederastia no dan tregua en el Vaticano. A la revelación, el jueves, de que el papa Benedicto XVI, entonces cardenal, paralizó el proceso contra un cura estadounidense acusado de abusar de unos 200 niños sordos, se sumó ayer la denuncia de que el Pontífice, a principios de los 80, cuando era obispo de Múnich, autorizó la reincorporación a la diócesis de un sacerdote que había sido apartado del servicio por pederasta. El New York Times lo ventila y la Santa Sede lo niega. Pero el caso no es nuevo: forma parte de la seguidilla de escándalos, revelaciones y denuncias que han llovido sobre el Vaticano desde principios de enero, y que a ojos del público dejan la funesta impresión de que Joseph Ratzinger no es del todo inocente.

Del caso se ocupó profusamente la prensa alemana hace un par de semanas, y el Vaticano, entonces, optó por descargar toda la responsabilidad en el que entonces era vicario general de Múnich, Gerhard Grüber. El propio Grüber se dio los respectivos golpes en el pecho: "Siento en lo más profundo que esa decisión derivase en delitos contra los jóvenes y me disculpo ante todos los que resultaran perjudicados". Porque, en efecto, el sacerdote siguió cometiendo abusos; la justicia alemana llegó incluso a condenarle por ese delito.

El caso se remonta a enero de 1980, cuando el obispado de Essen expulsó a Peter Hullerman tras comprobar que estaba envuelto en varios casos de pedofilia. El religioso estaba obligado a seguir una terapia, pero a los pocos días de empezarla fue readmitido, esta vez en la diócesis de Múnich. A la denuncia realizada ayer por el periódico neoyorquino --una especie de eco transatlántico del caso que ya sacudió a Alemania hace dos semanas-- la Santa Sede reaccionó con cierta frialdad, diciendo que el rotativo no aporta nada nuevo a lo que se había dicho; lo cual no es del todo cierto.

UN MEMORANDO El diario, de hecho, no solo aporta elementos nuevos, sino que esos elementos son un torpedo a la estrategia (todo parece indicar que eso es lo que es) Grüber: el Times asegura no solo que el propio Ratzinger presidió una reunión en la que se aprobó la incorporación de Hullerman a su diócesis, sino que recibió a posteriori un memorando en el que sus subalternos le informaban del nuevo destino del cura. "Cuánto interés demostró Ratzinger en el caso del atormentado sacerdote, que había abusado de varios niños en su trabajo anterior, es algo que no ha quedado del todo claro", reza el artículo del rotativo neoyorquino.

Pero el Vaticano se mantiene en sus trece. Su portavoz, Federico Lombardi, reiteró ayer que el Papa, entonces cardenal, no supo nada de lo ocurrido, y que el único responsable de este asunto es Grüber. Todo lo demás, señaló a través de un comunicado, "es mera especulación".