--Ingeniero de Telecomunicaciones y poeta. ¿Hay dos ocupaciones más distintas?

--No lo son tanto: los buenos poetas también se comunican a distancia, no hay ondas de radio, pero casi. Por otro lado el verso demanda una calibración del ritmo, el sonido y el sentido semejantes a las de una solución matemática o a la de un proyecto técnico bien hecho. Hay mucha emoción y mucha belleza en la Ingeniería.

--Acaba de presentar "La memoria frágil". ¿Publicar es vanidad o necesidad?

--Publicar es un accidente necesario, la magia de la poesía sucede en la escritura del poema, allí está uno solo, sin categorías.

--¿Qué queda de usted en aquellos versos que escribió hace 15 años?

--Una mirada extrañada frente al mundo y una fascinación por la multiplicada belleza de la vida. Todos los temas de mi poesía de ahora estaban apuntados ya en este libro, aunque yo entonces no podía saberlo.

--Una de citas. ¿Realmente son malos tiempos para la lírica (Golpes Bajos) o la poesía sigue siendo un arma cargada de futuro (Gabriel Celaya)?

--Nunca se ha editado mejor y más poesía que ahora, y sin embargo se ha agravado su carácter minoritario e incluso sectario. Para que la poesía recupere su sitio los niños deberían aprender de memoria canciones y poemas en la escuela porque la buena Literatura nos hace mejores y más felices. La poesía del siglo XXI ha nacido, además, sin referentes morales y estéticos: necesitamos otro Juan Ramón Jiménez.

--Nació en Sevilla, creció en Cáceres, maduró en Madrid como universitario y hace unos años regresó a Sevilla para trabajar. ¿Fue cerrar el círculo?

--Cada ciudad, incluso el menor paisaje que visitamos, va trazando una geometría específica en nuestra biografía. Estos dibujos, que no están hechos sólo de azar o necesidad, nos identifican con la precisión de una huella dactilar. Yo busqué deliberadamente regresar a Sevilla porque en Sevilla los círculos se abren en espirales, y se lo digo sin exagerar...

--En ese recorrido vital hay otro lugar clave: Descargamaría...

--En el libro hay un poema dedicado a esa tierra amada. Gracias al Padre Pacífico aquellos campamentos, acampadas y pascuas de la Sierra de Gata ocupan un espacio sagrado en la memoria nada frágil de muchas generaciones de cacereños. Mis primeros poemas aparecieron el periódico "Hermano Papel", que editábamos en los campamentos, y del que luego fui director con 16 años.

--¿Cómo percibe Extremadura desde fuera?

--Extremadura en la distancia es como un pueblo lejano cuya silueta maternal y segura no se borra nunca del horizonte: son los paisajes amados, la casa del corazón por decirlo como Rilke.

--¿Se imagina volver?

--Creo que nunca me he ido del todo, mis padres viven en Cáceres y cada vez que puedo voy a verlos. Tengo buenos amigos y hay una honda raíz que permanece. Además, 20 años no es nada...