El presidente Barack Obama sigue preparado para la peor posibilidad, como siempre ha mantenido desde que empezó el vertido del golfo de México, pero ayer pudo apuntar por primera vez, aunque con extrema cautela, un aparente avance: el mando que ha designado para la respuesta federal, el almirante Thad Allen, informó de que la campana instalada en la boca del pozo submarino, a 1.500 metros de profundidad, canalizó a la superficie en las primeras 24 horas desde su instalación 6.000 barriles de crudo y gas. Eso supone entre un 30% y un 50% de los entre 12.000 y 19.000 barriles que se vierten al mar cada día. Son noticias bienvenidas, pero insuficientes para acabar con los temores. Y mucho menos con las críticas a BP. Obama, que recordó que incluso cuando se contenga la fuga "quedará una enorme tarea de limpieza", ha puesto a la petrolera sobre aviso.

OBLIGACIONES ´MORALES´ / El viernes, en su tercer viaje a la zona, denunció, que BP se haya gastado más de 40 millones de euros en publicidad para mejorar su imagen. Y también que la compañía estudie pagar más de 8.700 millones en dividendos a sus accionistas, a la vez que pescadores y otros afectados denuncian problemas para cobrar la segunda ronda de cheques de compensación de poco más de 4.000 euros. El presidente se reunió con los encargados de la lucha contra el vertido y políticos locales, pero también ciudadanos de Luisiana afectados.

"No tengo problema con que BP cumpla sus obligaciones legales, pero aquí en el golfo tienen también obligaciones morales por el daño causado --prosiguió--. El hecho de que BP pueda pagar 8.700 millones en dividendos indica el dinero que ha estado ganando. Teniendo en cuenta que no se prepararon completamente para los riesgos, no quiero que alguien más tenga que asumir el peso de esos riesgos. Quiero asegurarme de que pagan".

Ofreciendo hasta ahora su mayor muestra de empatía con los afectados, tras fuertes críticas por haber parecido distante, Obama dijo ayer en su discurso radiado semanal que lo que les ha ocurrido es "brutalmente injusto". Para el jueves ha invitado a la Casa Blanca a las familias de los 11 trabajadores que murieron al explotar la plataforma Deepwater Horizon. Y el viernes pasado, gracias a su encuentro con el alcalde de Grand Isle, con la dueña de una tienda de cebos que también es restaurante de mariscos y con pescadores, pudo oír lo que irrita a los ciudadanos.

No son gente que odie a las petroleras. Es más, apoyan su actividad por el negocio que generan. Pero están hartos de que no cumplan las normas de seguridad y de que BP intente recortar gastos en las partidas con las que debería compensarles. "Sigan las reglas, limpien más rápido --pedían ante Obama--. Simplemente digan la verdad. Es todo lo que queremos".