Dando validez al refrán español que dice que "rectificar es de sabios", el presidente de EEUU, Barack Obama, ha cambiado significativamente las fechas en que participará en la cumbre de Copenhague. La Casa Blanca ha decidido dar marcha atrás con el anuncio de que acudiría al inicio de la cumbre y, finalmente, ha confirmado que participará en la clausura de la Conferencia sobre el Cambio Climático, que comienza mañana en la capital danesa.

Su asistencia había estado en duda meses. La semana pasada, la Casa Blanca confirmó que asistiría el miércoles a una de las sesiones intermedias, pero su portavoz Robert Gibbs comunicó este viernes que Obama estará en Copenhague en el cierre de la cumbre junto al centenar de jefes de Estado y de Gobierno que han confirmado su presencia.

¿Por qué en la clausura? es la pregunta. Pues porque es el día clave de la conferencia, cuando se espera que los líderes mundiales tomen las decisiones importantes. De esta forma Gibbs explicaba el viernes que con el cambio de planes el presidente confía en que su liderazgo permita que las negociaciones que todavía están en marcha concluyan con "resultados positivos". También demuestra que confía en una posición general favorable a una clausura memorable.

La actividad diplomática ha sido frenética en los últimos días. La Casa Blanca ya adelantó la semana pasada que Obama ofrecerá una reducción de las emisiones contaminantes por parte de su país del 17% para el 2020 con respecto al 2005 (aunque es solo 4% si se compara con 1990) y un ambicioso objetivo de alcanzar el 83% para el 2050. Y todo después de que China e India también se hayan comprometido a establecer límites al crecimiento de sus emisiones.

Era el paso que exigía Washington para "mojarse" en Copenhague, aunque es solo una posibilidad que los líderes acaben firmando el 18 de diciembre un texto que incluya medidas concretas. Lo que se espera de la capital danesa es un acuerdo político que dé paso a una ronda de negociaciones técnicas para cerrar el nuevo marco legislativo antes de que expire el protocolo de Kioto en dos años.

Pero en el caso de EEUU no hay que llevarse a engaño. Cualquier avance que se quiera hacer en la lucha contra el cambio climático tiene que contar con el visto bueno del Congreso.