En España, algo más de una cuarta parte de los niños de entre dos y 17 años es obeso o tiene sobrepeso, una dolencia que va en aumento, que afecta más a las clases con menor renta y nivel educativo, y que cada año cuesta a la sanidad pública 2.500 millones de euros, el 7 por ciento del gasto sanitario.

Según el informe de la Ponencia para el estudio de la obesidad infantil y juvenil del Senado, aprobado esta semana por unanimidad, la obesidad eleva de manera sustancial el riesgo de padecer diabetes, enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer. Además, la obesidad, que es la segunda causa de mortalidad prematura evitable después del tabaco, provoca en los niños problemas de autoestima, trastornos psicológicos que afectan al rendimiento escolar y brotes de violencia difíciles de controlar.

Según datos de la Encuesta Nacional de Salud, el 27,6 por ciento de la población infantil y juvenil en España tiene sobrepeso (el 18,5 por ciento) u obesidad (9,13 por ciento), con una mayor incidencia en los varones. Pese a ser uno de los países de la cuenca mediterránea -a los que se atribuye una cultura gastronómica muy saludable-, estas cifras sitúan a España entre los países del mundo con peores datos de nutrición, junto con el Reino Unido y los Estados Unidos.

Los expertos que durante dos años han elaborado la Ponencia del Senado, explican que Andalucía y Canarias son las autonomías con mayores índices de obesidad infantil, mientras que las más bajas se sitúan en el nordeste peninsular. La obesidad está directamente relacionada con la ingesta de alimentos hipercalóricos (con alto contenido en azúcar y grasas) y la falta de actividad física, pero dentro de estas causas influyen multitud de factores relacionados con el ámbito familiar, sanitario, escolar y con el entorno sociocultural.

Entre esos factores, el informe del Senado señala la mala alimentación de los niños en el desayuno, la ausencia de normas y costumbres entorno a la mesa, la creciente sustitución de alimentos frescos por congelados y precocinados, el poco tiempo que dura la lactancia materna y el sedentarismo infantil. El resultado es que los niños tienen una dieta caracterizada por el exceso de grasas, carnes, embutidos y lácteos, y de productos con mucho contenido energético -como bollería y bebidas carbonatadas-, frente a un bajo consumo de frutas, cereales y verduras.

En el ámbito escolar, también hay aspectos negativos que causan la obesidad infantil, como la existencia de máquinas expendedoras, la poca actividad física o los menús escolares mal elaborados. Entre los aspectos negativos procedentes de la industria, el informe del Senado, explica que las cadenas de restauración han crecido un 500 por cien en los últimos años, que el etiquetado no precisa el contenido calórico de muchos alimentos, y que los productos de marca blanca adolecen de la información adecuada.

En el entorno socio-sanitario, el informe señala que los medios de comunicación juegan un papel fundamental, que la zona en la que vive el niño y su nivel educativo y económico influyen mucho en la alimentación del menor y que las políticas urbanísticas no favorecen la práctica de los deportes.

Por todo ello, el texto aprobado recomienda a los servicios de salud asesorar a los pacientes y familias sobre los beneficios de seguir una dieta sana y hacer ejercicio y propone crear una comisión mixta de los Ministerios de Sanidad y Educación para hacer un seguimiento de este problema.