Puestos a recortar gastos se puede optar por lo obvio o por lo fácil. Lo obvio sería el llamado cheque-bebé , que siempre consideré un gran error. No tanto porque me pareciera un dispendio en época de arcas públicas saneadas, sino por lo injustificable de una medida en un planeta sin problemas de despoblación. Además, era una ayuda que se hacía en dinero contante y sonante en lugar de hacerse por medio de servicios, y tenía un carácter universal que permitía que el duodécimo hijo de un notario y una farmacéutica, pertenecientes a una prolífica secta religiosa, recibieran 2.500 euros salidos de la caja común. Así que me parece muy bien que se recorte este gasto absolutamente prescindible, y hubiera sido más productivo y generador de más empleo si lo derrochado en estos cheques se hubiera invertido en mejorar la red de guarderías públicas.

El asunto del 5% es un poco más complicado. El otro día hablaban unos trabajadores públicos indignados por la bajada de salarios y alguien les sugirió que se pidieran una excedencia de un par de años, buscaran un trabajo mejor remunerado, y volvieran pasada la crisis con sus bolsillos intactos. A nadie le pareció una buena idea, con lo que se deduce que se prefiere la seguridad, a pesar de las rebajas salariales, antes que sumergirse en el oscuro mundo de los expedientes de regulación, las horas extraordinarias no pagadas y las arbitrariedades e injusticias del patrón de turno. Como argumento de abogado del diablo puede pasar, pero me temo que la tijera a las nóminas de los trabajadores públicos era lo más fácil. Y no siempre lo más fácil es lo más justo.