Tiene 76 años, está jubilado pero su imaginación parece seguir tan despierta como cuando desarrolló el microscopio efecto túnel que le valió el Premio Nobel de Física en el año 1986. Un instrumento que abría las posibilidades de la nanotecnología, su principal campo de trabajo, que emplea medidas extremadamente pequeñas, "nanos", que permiten trabajar y manipular las estructuras moleculares y sus átomos.

"Cuando conviertes un objeto en algo muy pequeño utilizas menos materiales y ahí la nanotecnología contribuye a la sostenibilidad del planeta". Así explicaba ayer Heinrich Rohrer en Cáceres la ponencia que presenta hoy en el marco del Curso Internacionales de Verano de la Uex La energía en el espacio eurolatinoamericano . En si intervención habla de la nanotecnología como clave para la sostenibilidad, y prueba de ello es la contribución de este campo en el ahorro energético. "Hoy utilizamos un billón de energía menos para encender un ordenador que hace 10 años y también usamos mil veces más energía que antes".

El Nobel, de origen suizo, asegura que nunca ve películas ni lee libros de ficción porque le basta con su imaginación. Una imaginación que no pone límites a la actividad científica. "En principio podemos hacer todo lo que nos propongamos". "Odio pensar en límites, y si los ha habido hasta ahora nunca han sido límites serios. Hace cien años si hubieras dicho que vamos a llegar a la Luna te hubieran tomado por loco, y con el móvil pasa igual". La nanotecnología se utiliza, entre otros, en el campo de la electrónica o la medicina, en el que Rohrer destaca la contribución de las partículas nano "vestidas con sustancias medicinales" para acceder a un punto específico del cuerpo, también empleada en el diagnóstico del cáncer. Una tecnología empleada también por la NASA.

El científico suizo, académico de la Academia Europea de Yuste, asegura que recibir el Nobel de Física le ha cambiado la vida a veces. "Seguro que si no me lo hubieran dado no estaría aquí, pero por otro lado tengo los mismos amigos de siempre y he trabajado muy duro, igual que antes".

Sobre la visión de la ciencia española en el mundo, Rohrer, que ha visitado en más de una ocasión Extremadura, de la que destaca especialmente el clima, las cigüeñas y el buen vino, considera que España ha mejorado bastante en comparación con lo que era hace 40 años. Conoce a diversos científicos españoles, a los que anima a seguir trabajando y sobre internet piensa que "es una revolución, pero un proceso difícil para mí". En unos momentos en lo que todo está cambiando, el papel de la sociedad es fundamental en el desarrollo científico. "Esta marca el camino mientras los científicos solo enseñamos lo que se puede producir", pero muchas veces la sociedad va de espaldas a la ciencia, por eso es necesario un cambio de mentalidad, explica. "La gente tiene que ser consciente de que son la parte crucial".