Una treintena de oftalmólogos españoles piden cada año un permiso laboral, no remunerado, en el hospital o la clínica donde ejercen y viajan con su instrumental quirúrgico a tres de las zonas del Planeta en que más abunda la ceguera recuperable: la provincia de Inhambane, en Mozambique, la de El Alto, en Bolivia, y los campamentos de refugiados del Sáhara. Los recluta la organización Ulls del Món, fundada en el 2001 por el cirujano Borja Corcóstegui y el político Rafael Ribó.

En cinco años, los oftalmólogos voluntarios han devuelto la visión a más de 4.000 personas de esos tres países, y han atendido a otras 20.000 afectadas por tracoma --infección propia de zonas donde escasea el agua y la higiene--, glaucoma --hipertensión ocular que implica amenaza de ceguera-- o cataratas.

Ulls del Món se ha sumado al proyecto internacional Visión 2020 , un compromiso adquirido por la OMS que busca reducir la ceguera evitable, la causada por cataratas, en los países menos dotados de especialistas oftalmólogos, que son la mayoría de los del Tercer Mundo.

UN LUJO El doctor Andrés Müller, oftalmólogo del Hospital Donostia de San Sebastián, viaja cada primavera a Inhambane, una ciudad, explica, con tal grado de pobreza y enfermedades de riesgo mortal, que no dispone de médicos especialistas en problemas oculares. "Tienen tanta malaria, sida y desnutrición, que ven la oftalmología como un lujo, aunque la ceguera de su población repercute directamente en la economía, porque esas personas quedan excluidas de la sociedad y se convierten en una carga para la familia", asegura.

La llegada de los médicos españoles a Inhambane, a 500 kilómetros de Maputo, es anunciada desde semanas antes por Radio Mozambique, que alerta a todos los que no ven bien para que viajen hasta esa provincia. No pagan la asistencia. Muchos, no tienen dinero ni para el tren. En dos semanas, Müller y su equipo (otro médico y tres enfermeras) pasan 600 consultas y operan a unas 150 personas, seleccionadas entre las más ciegas. "Tienen entre 30 y 40 años, y muchos son niños, pero sufren una forma de catarata que les anula la visión", prosigue Müller. Les operan y colocan una lente intraocular graduada.

"El resultado es muy gratificante --asegura--. Entran ciegos en la consulta y dos días después se marchan viendo. Nos da mucha satisfacción. Es algo que en nuestro país no se aprecia porque todos vamos al oftalmólogo". En Mozambique sufre ceguera un 3% de la población, a diferencia del 0,5 español.