Luis Fernández, técnico de la Fundación Oso Pardo (FOP), coloca su telescopio para tener una buena perspectiva de una ladera en la que, según explica, en las últimas semanas se han visto deambular varios ejemplares, incluida una hembra. A su lado se sitúa el biólogo Fernando Ballesteros. Los observadores conversan en voz baja. Se trata de un barranco que se precipita sobre el valle del Sil, en el noroeste de la provincia de León, un paraje de difícil acceso al que los plantígrados acuden en busca de las bellotas que proveen los abundantes robles rebollos.

Está amaneciendo, quizá el mejor momento para avistarlos, y los animales no fallan: primero aparece un ejemplar transitando por un canchal, acumulaciones de pequeñas rocas que se formaron en la última gran glaciación; luego se pasea otro fugazmente junto a un enorme rebollo. El tercero, un macho de gran tamaño, se entretiene en lo que, desde lejos, parece una acumulación de bellotas. Al final se observan dos ejemplares más, aunque ninguno es la hembra que los especialistas de la FOP andaban buscando. Uno a uno, todos trepan por la montaña y se alejan de los telescopios. Fernández ha anotado la coloración de los animales para luego poder realizar un seguimiento individualizado.

Todo podría ser idílico si no fuera porque buena parte de la vegetación que rodea las zonas por las que deambulan los osos está muerta. Carbonizada. Un incendio declarado hace dos semanas, que coincidió con el que golpeó en Galicia y Portugal, se propagó desde la cercana Matalavilla hasta las cercanías de la presa de las Ondinas, situada hacia el oeste. La abundancia de brezo y otros matorrales moribundos, resultado de una temporada seca de solemnidad, impulsó las llamas. Los robledales afectados, algunos de ellos centenarios, tardarán en recuperarse. Se percibe un olor a quemado.

FALTA DE ALIMENTO// El municipio de Palacios de Sil, que acoge una de las mejores poblaciones de oso pardo de la Cordillera Cantábrica, así como nutrias, corzos, ciervos, rebecos y uno de los últimos cantaderos de urogallo, sufrió otros dos pequeños fuegos en las dos semanas previas. Además, de forma simultánea al foco de Matalavilla se registró otro en Peranzanes, en la cercana sierra de los Ancares, y otro más en Sosas de Laciana (Villablino), unos kilómetros al noreste, tirando para el puerto de Leitariegos. Todo el mundo en la zona, incluido el alcalde del municipio, da por hecho que los incendios fueron intencionados.

No solo se verá afectada la fauna y el incipiente turismo que vive de ella, sino que las montañas ahora ennegrecidas también eran aprovechadas para la obtención de madera, para cazar y como pasto para el ganado. Es difícil imaginar quién puede salir ganando, se preguntan los vecinos. «Esto es de alguien que conoce la zona y sabe que aquí hay osos», sintetiza Luis Fernández, experimentado conocedor de estos parajes. De hecho, como recuerda el miembro de la patrulla de la FOP, era un secreto a voces que en este paraje de Palacios de Sil era relativamente fácil observar ejemplares. «Por eso había venido tanta gente en los últimos meses», añade.

Los osos son demasiado inteligentes y rápidos como para que las llamas los hayan cercado, por lo que se cree que no ha muerto ningún ejemplar. «Sin las cerezas y los arándanos, alimentos esenciales en verano, todo indicaba que los veríamos con aspecto famélico, pero parece que han engordado con normalidad», tranquiliza Fernández. Sin embargo, lo que está claro es que ahora se lo pensarán más a la hora de volver y reproducirse.

«Las hembras venían [al parque natural del Alto Sil] porque había bellotas, especialmente en años como este en que ha sido escasa la cosecha de hayucos, los frutos del haya. Aquí podían alimentar a sus crías», explica Ballesteros, que dirige un programa europeo Life para expandir la presencia de oso en las cercanas sierras de los Ancares y el Courel, en Galicia. «Además, a los osos les gustan los lugares con mucha vegetación porque en ellos es más fácil refugiarse -añade Fernández-. Es posible que estas zonas se pierdan como lugar de reproducción». Además de los robles, se han visto dañadas poblaciones de avellanos y arraclanes, dos arbustos que proveen alimento y que tardarán años en renacer y volver a dar fruto. También se observan arces y fresnos muy afectados.

Avanzando hacia Asturias, el panorama es igual de desolador, como muestra Elías Suárez, miembro de otra patrulla de la FOP. En el municipio de Degaña, una excelente zona osera, el ayuntamiento habilitó hace dos años un punto de observación en un barranco lleno de robles, muy frecuentado por los animales. «Aquí se cambió la trucha, que era un buen reclamo turístico, por el oso», narra Suárez. Todo parecía ir bien... hasta que llegó el fuego. Otro incendio. Varias carreteras quedaron cortadas y se desalojaron tres aldeas cercanas. «El humo lo cubrió todo. Los pájaros dejaron de cantar», relata Suárez. Ahora el Mirador del Oso de Degaña exhibe un horizonte negro. Dos semanas después aún se percibe el olor a quemado.