TDtesde que vi Avatar , supe que tendría consecuencias. Esos bichos azules con trenzas a manera de TomTom, los robots esperpénticos, un árbol salvador, los malos, el ruido, los marines- Algo tenía que haber detrás de tanta gilipollez --con permiso de los seguidores-- en 3D. Al principio crees se reduce al remake de una de Walt Disney y que la naIvi es Pocahontas, así que pasas un rato esperando a que cante lo de Colores en el viento descubrir mientras la pantalla dispara materiales incompresibles a tu butaca. Tú continúas parapetado tras las lentes que te ha prestado la sala, sorprendido porque allí no canta nadie y la historia termina como habías imaginado: chico con chica, tan felices como siempre, aunque esta vez los dos sean muy azules. Habrías olvidado la historia enseguida si no fuera porque la gente iba por ahí convirtiéndose a la religión del árbol madre de los Omaticaya --son los tipos azules que salen en el film y el árbol es como Dios, pero con ramas--. Empezaste a preocuparte. Esta semana has sabido definitivamente por qué. Se llama Conferencia Mundial de Pueblos sobre el Cambio Climático y los derechos de la Madre Tierra y transcurre en Cochabamba, Bolivia. Allí se han juntado unos personajes que creen en los dioses y odian al progreso. La técnica es mala y la ciencia un diablo. El sacerdote se llama Evo. Era un Aymara, pero está tiñéndose peligrosamente de azul. Si le crece el pelo hasta hacerse trenzas, se habrá transformado en Omaticaya. Mejor. Que venga James Cameron y lo lleve. Es hora de volver a Pandora hecho ficción. Que queden comiendo pollo en paz los homosexuales y todos los calvos europeos hartándose de pizzas o de lo que les dé la gana.