Una niña duerme abrazada a un oso de peluche y, de repente, se despierta en un paisaje desértico, con el suelo cuarteado. Aterrorizada, grita lo siguiente: "Ayúdennos a salvar al mundo". El mensaje formaba parte de un breve documental proyectado en la inauguración de la cumbre del clima de Copenhague.

"El tiempo se agota. Los países en desarrollo están esperando desesperadamente una acción inmediata y tangible". Así, con aires de ultimátum, el primer ministro danés, Lars Loekke Rasmussen, y el secretario de la Convención de la ONU sobre Cambio Climático, Yvo de Boer, abrieron las sesiones de la cumbre que ha de marcar un antes y un después en la lucha contra el calentamiento planetario. Si de la capital danesa no emana nada satisfactorio, cualquier esfuerzo que se adopte con posterioridad resultará mucho más caro y tendrá un plus de dificultad.

La 15 conferencia de las Naciones Unidas sobre cambio climático, técnicamente COP-15, es la cumbre de carácter ambiental más nutrida de la historia, con la presencia de 193 delegaciones nacionales y 35.000 personas en total, según fuentes de la organización. Ponerlos de acuerdo no será nada fácil.

De Boer afirmó que solo se podrá hablar de éxito si se acuerdan acciones significativas e inmediatas que entren en vigor "al día siguiente de la clausura" de la cumbre, que concluye el viernes de la semana que viene. El diplomático insistió en que la cuenta atrás ya ha empezado y pidió a los delegados un "pastel de Navidad" que debería estar formado por tres capas. La primera, dijo De Boer, es que acuerden acciones inmediatas de mitigación, especialmente una reducción considerable de las emisiones de gases de efecto invernadero; luego se debe asegurar la financiación a largo plazo, y por último, tiene que haber "una visión compartida sobre un futuro bajo en emisiones".

Rasmussen se mostró esperanzado cuando dijo que si está prevista la presencia de tantos líderes, un centenar entre jefes de Estados y de Gobierno, es porque quieren trabajar por la buena senda. "No vienen a hablar, sino a actuar". "Necesitamos un acuerdo que satisfaga a todas las partes y que sea, además, fuerte y ambicioso", explicó el primer ministro danés.

El éxito dependerá de las propuestas que ofrezcan los países desarrollados, especialmente Estados Unidos, que llega con una oferta ambiciosa, pero insuficiente. El segundo gran requisito es que las otras potencias emergentes acepten limitar el crecimiento de sus emisiones. El resto del mundo, los pobres, presionará en busca de conseguir una ayuda: no quieren hundirse bajo el agua, como repiten los representantes de los atolones del Pacífico.