El Papa acudirá hoy al palacio de Lambeth, en Londres, el feudo del arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, cuyo cargo, si la Iglesia de Inglaterra que preside de forma honoraria la reina Isabel II fuera una empresa, equivaldría al de consejero delegado. En la agenda de ambos figura una cuestión central que ya se abordó en noviembre del año pasado cuando Williams acudió al Vaticano: tratar de la generosa oferta que ha hecho la Iglesia católica a los tradicionalistas anglicanos que quieran ingresar en el bando romano.

Ratzinger prometió, en octubre del 2009, que obispos, sacerdotes y feligreses anglicanos que quisieran divorciarse de la Iglesia de Inglaterra porque no toleran la ordenación de mujeres, y menos aún que puedan colgarse los galones de obispo, podrían rehacer su vida religiosa en las filas del catolicismo en condiciones muy ventajosas. Como contar con una autonomía dentro de la Iglesia similar a la del Opus Dei, mantener su liturgia y, en el caso de los sacerdotes, permitir que sigan siéndolo sin tener que abandonar a la mujer y los hijos, ya que muchos pastores anglicanos están casados.

Los cálculos más conservadores estiman que las deserciones podrían arrastrar a medio millón de feligreses, con lo que el catolicismo británico crecería el 10% de una tacada. Aunque Williams no ocultó su contrariedad por no haber tenido noticias de la opa amistosa de Benedicto XVI hasta muy poco antes del anuncio, en realidad no ha planteado batalla porque el primado de Canterbury ha visto en ella la oportunidad de quitarse de encima a un sector del anglicanismo que resta brillo a la política de adaptarse a los cambios sociales puesta en práctica por los dirigentes del sector mayoritario de la confesión. No importa que sean menos, sino que estén bien avenidos. No es de extrañar, pues, que Benedicto XVI reciba hoy una cálida acogida en el palacio de Lambeth y que, a media tarde, vuelva a encontrarse con Williams para rezar juntos en Westminster.

En su primer día en Londres el Papa celebrará un encuentro con el mundo de la educación católica, al que seguirá una reunión con líderes de otras religiones y una tercera cita con representantes de la sociedad civil, el mundo académico, el cultural y el empresarial.