Las normas estipulan que ordenar sacerdote a una mujer es un delito de los "más graves", aunque "no puede ser comparado con los abusos sexuales de menores, que se refieren a una dimensión moral", dijo ayer el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi. Un decreto sobre esta materia había sido publicado en el 2007, cuando los anglicanos, separados de Roma, ya habían introducido la ordenación de las mujeres. "Me parece positivo que se considere un delito gravísimo, porque significa que el Vaticano admite el problema y que debe ajustar cuentas con él", declaró ayer Maria Vittoria Longhitano, primera mujer sacerdote de Italia, de la iglesia vétero-católica, que no acepta la infalibilidad del Papa.