TQtué manía de no dejar en paz a las palabras, que no son más que el reflejo de la sociedad. No inventan sociedades nuevas. Por desgracia, no son tan poderosas. En esta época tan políticamente correcta, en lugar de simplificar la lengua para entendernos, jugamos a complicarla. Ya podemos cambiar los nombres que si no cambiamos el pensamiento nos quedamos igual.

Como la mayoría de los atentados al idioma, la hipercorrección viene del inglés. Ahora un negro es una persona de color (de qué color) los ciegos son invidentes y Zapatero anda liado con los disminuidos y los discapacitados. Y qué si seguimos siendo racistas, y qué si nos seguimos riendo de las personas que no son como nosotros.

No seremos menos sexistas por marear los textos con ellos y ellas, alumnos y alumnas, diputados y diputadas. Me niego a patear mi propio idioma, mucho más listo que todos esos papanatas que desconocen que la economía lingüística es un principio universal, y otro que el masculino se usa para los dos, no por machismo, sino porque no tiene la ´a´, que es una marca, igual que se usa el singular por el plural, porque este tiene la ese. No habrá más jóvenas ni más tenientas ni más soldadas porque las inventemos. Pero sí médicas, arquitectas y obreras de la construcción. Lo que necesitamos las personas con alguna deficiencia es que nos respeten, no que nos llamen de otra forma (yo no soy miopa) y que no nos hagan rellenar tres folios con os/as y otras pérdidas de tiempo lingüísticas. No me siento más feminista cuando leo una cosa así. Me siento, con perdón, bastante gilipollas.