Curioso personaje, Marek Halter. Pintor, escritor, polaco de nacimiento y francés de corazón, viajero por medio mundo, judío mediador entre palestinos y hebreos, vinculado a protestas feministas musulmanas, y amigo y confidente --según propia confesión-- de personajes tan dispares como Golda Meir, Juan Pablo II y Yasir Arafat. Ha escrito unos 30 libros, la mayoría en torno al presente y pasado del pueblo judío, y el último, El códex Jerusalén , no es excepción. La versión castellana de la novela se presentó el martes en el escenario adecuado, Jerusalén, ciudad cuya historia es ejemplo continuado de la incapacidad humana para lograr la paz.

Por calles donde judíos y palestinos se pueden juntar, pero no se mezclan, el autor fue siguiendo la narración de su obra, un thriller histórico pródigo en citas bíblicas y peculiares interpretaciones de los Evangelios; una historia con algún que otro muerto que desarrolla su trama entre Rusia, Nueva York e Israel a lo largo de un periodo no inferior a 2.000 años; novela publicada en Francia en 1999, traducida a 13 idiomas y que plantea una tesis final de concordia para las tres grandes religiones monoteístas --judaísmo, cristianismo e islamismo-- que, a lo largo de los siglos, han tenido en Jerusalén su punto de encuentro y su campo de batallas inacabables.

Halter (Varsovia, 1936) dejó Polonia a los 5 años tras la invasión nazi. Su familia se instaló primero en Moscú y luego en Uzbekistán; se instaló en Francia en 1950 y allí sigue, con una estancia prolongada en Argentina y viajes continuados a Israel. El resultado de este continuo ir y venir ha sido una mentalidad abierta a ideologías y causas diversas, pero sin olvidar nunca su condición de judío ni su versión hebrea.

El códex Jerusalén (Styria) es un largo ejemplo de esa versión de la historia y también un intento de conciliar las posturas enfrentadas que se han dado en esa ciudad a lo largo de los siglos. Al margen de esos mensajes, la obra tiene planteamientos de novela histórica, mezcla hechos reales --el descubrimiento de los manuscritos del Mar Muerto-- con la ficción.

La novela de Halter tiene un final conciliador, el mismo que el autor presupone para el conflicto entre judíos y palestinos si unos y otros consiguen que "las palabras acaben con la violencia". Esa es para el autor la única solución: "En una guerra hay que hablar con los enemigos, porque con los amigos no se hace la paz".