TLtos españoles, originariamente, éramos de una tosquedad nativa. Pero vinieron los Austrias y nos volvimos unos petimetres de pacotilla. Aprendimos a utilizar los cumplidos, pero en el fondo, seguimos siendo un país de intemperantes y criticones. En un antiguo diccionario se define así el cumplido: "Ofrecer una cosa por pura ceremonia en la confianza de que no se aceptará la oferta". A la hora de comer, los españoles nos deshacemos en cumplidos con nuestros invitados: "Sírvase usted... No, usted... Faltaría más... Pásemelo, por favor... Si es tan amable... Muchas gracias...". Dos españoles ante un ascensor son pura ceremonia: "Pase usted... No, después de usted... De ninguna manera... Estaría bueno...".

Larra en El castellano viejo y Pla en La guarnicionería de los cumplidos ironizaron sobre la España del muy señor mío, del goza usted de toda mi consideración, del mi muy querido amigo, del aquí tiene su casa para lo que guste... Creo que, en el fondo, el español está harto de tanta pantomima y prefiere la tosquedad antigua siempre que no pase de ahí. Por eso los extremeños se divierten tanto con las barbaridades precongresuales del PP: el uno dice que Floriano amordaza, el otro argumenta que los populares no tienen presencia en el mundo rural por culpa de Baselga, el de más allá dispara a la yugular y cree en voz alta que Acedo no está precisamente en su mejor momento. Desde luego, prefiero estos cabreos celtibéricos, que acabarán en humo, a la vacuidad austriaca del mi muy querido amigo y del goza usted de toda mi consideración.