Estaban junto a mí. Los tres esperábamos ante el mostrador de la tienda para comprar el pan. "Papá, ¿por qué me pusiste mi nombre?", preguntó el niño, y el padre se encogió de hombros y respondió con otra pregunta, "¿es que no te gusta?". La voz de la dependienta me jodió el final de la historia, "aquí tiene su baguette". Me quedé con las ganas de saber si le gustaba o si hubiera preferido llamarse de otra forma. El nombre que te ponen, el que eligen para ti, es la primera muestra de que en la vida casi nada va a ser como tú quieres. Hace poco se supo que cuando los científicos hicieron sus tareas de dioses equivocaron los nombres de numerosas especies marinas. Aproximadamente un tercio de ejemplares fueron identificados de forma errónea. Ahora, los mismos científicos aseguran que cerca de un millón de especies podrían desaparecer por culpa de ese error. Es decir, que podrían morir porque les pusieron un nombre equivocado. Por ejemplo, la esponja denominada Pan de Gaviota tiene hasta 56 nombres distintos, o un caracol que se utilizaba en la industria cosmética resulta que era el mismo, con otro nombre, que se encontraba en la lista de especies en peligro de extinción. Así que andan afanados en renombrar, porque parece ser que tener un nombre correcto es una condición indispensable para administrar bien los recursos de los mares. Y por eso, ya que tú no eliges el nombre, lo mejor es conocer la razón por la que te llamas así. Eso deben pensar los que han inventado el Play! Cáceres, que casi van a gastar más dinero en publicitar el nuevo festival de música que lo que cuesta el Womad. Supongo que para que todos sepan por qué se llama así. No sea que descubran más tarde que no funciona. No sea que se extinga antes de tiempo, como el Pan de Gaviota.