Desde hoy, y durante tres semanas, más de 250 obispos, cardenales y superiores de órdenes religiosas se reúnen en asamblea en el Vaticano, bajo la mirada del Papa, para tratar de la Biblia, de las interpretaciones que hacen los pastores católicos de su libro sagrado, de lo que entiende el rebaño. Para revisar si la semilla no germina por la impericia de los que se ocupan de difundir las enseñanzas de los evangelios o si el terreno es demasiado pedregoso. No faltan biblistas que creen que es un buen momento para interrogarse, por ejemplo, por la intepretación que cierta jerarquía hace del Nuevo Testamento, por las razones de que no reparen en que la actitud misericordiosa de Jesús se compadece mal con sus dictados inflexibles.

Bajo el título de La palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia , el Papa ha convocado el XII Sínodo de Obispos de carácter ordinario desde que Pablo VI inventó este tipo de encuentros, que forman parte del legado aperturista del Concilio Vaticano II. Los sínodos concluyen con la elaboración de una retahíla de consejos que el Pontífice apadrina, si cabe con retoques.

La Biblia, fuente de fe y doctrina, acaparará el protagonismo por deseo de Joseph Ratzinger, que se ha hecho eco de los anhelos del cardenal Carlo Maria Martini, que durante años clamó en el desierto de Juan Pablo II para que se atacase ese debate. A sus 81 años, Martini, santo y seña de la progresía católica, está ahora demasiado enfermo para acudir a dar batalla a esa asamblea.

El Vaticano II , además de crear los sínodos, rehabilitó la lectura de la Biblia. Hasta entonces se le ponía sordina, no fuera a ocurrir que no se interpretase bien y el lector se echase en brazos de la herejía. La Iglesia tenía presente que el libro --exactamente los 73 libros que lo componen-- se había convertido en el arma arrojadiza que usó Lutero para alumbrar la reforma protestante. "Hasta el siglo XX, prácticamente, no hubo en el mundo católico biblias manejables de uso personal", descubre el decano de la Facultad de Teología de Cataluña, Armand Puig. No es de extrañar, recuerda Puig, que Juan Pablo II llegase a decir que la comprensión del Evangelio estaba "en sus inicios".

LITERAL O LITERARIO Existen dos formas de leer la Biblia. La de quienes defienden que hay que ser respetuoso con la literalidad y no ponen en duda que el mundo se creó en seis días, como se dice en el Génesis, y la de los que piensan que hay que leerla en clave de género literario, como si se tratara de una poesía, donde si la Luna sonríe no hay que esperar a verle mover los músculos de la cara. La tesis metafórica ha sido incorporada al discurso de los Papas desde hace ya varias décadas.

Los primeros alimentan doctrinas como el creacionismo, que niega la evolución biológica de los seres vivos. Los segundos son mayoría en el universo católico. "El problema es más acusado en el campo protestante --sostiene Puig-- porque cada persona construye su propia interpretación de la Biblia, no hay ninguna instancia central, como el Papa, que diga cómo hay que entenderla". De ahí que un actor que llegó a presidente de EEUU, Ronald Reagan, decidiera que las escuelas públicas dejasen de explicar la teoría de la evolución y la sustituyesen por la del Génesis. En este punto, la postura de la Iglesia se mueve en un terreno intermedio: no reniega de Darwin, pero insiste en que la ciencia no lo explica todo, tampoco la evolución de los humanos.

En el orbe católico, la Iglesia ha puesto coto a la doctrina fundamentalista que se apoya en la Biblia. La batalla se encuentra en otro frente.