Díez días después de concluir su primera visita a Latinoamérica, donde reside la mayor reserva católica del mundo, el Papa se refirió ayer a los "crímenes injustificables" que acompañaron a la evangelización del continente en un gesto destinado a poner fin a las protestas que desencadenó su último discurso en Brasil, donde daba a entender justamente lo contrario.

En la sesión inaugural de la Quinta Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, el Pontífice se hizo una pregunta: "¿Qué ha significado la aceptación de la fe cristiana para los pueblos?" de esa región mundial. Y a renglón seguido ofreció una respuesta: "Conocer y acoger a Cristo, el Dios desconocido que sus antepasados, sin saberlo, buscaban en sus ricas tradiciones religiosas. Cristo era el salvador que anhelaban silenciosamente". Y añadió: "El anuncio de Jesús y de su evangelio no supuso, en ningún momento, una alienación de las culturas precolombinas, ni una imposición de una cultura extraña".

Ayer, ante unas 50.000 personas que asistieron a la audiencia general de los miércoles en la plaza de San Pedro, Ratzinger retomó aquellas palabras para referirse a las "sombras" de la obra de la evangelización. "No se pueden olvidar los sufrimientos e injusticias afligidos por los colonizadores a la población indígena, que a menudo vio cómo se pisoteaban sus derechos humanos fundamentales", proclamó.

BARTOLOME DE LAS CASAS El Papa dijo más. Aludió a esos atropellos que no deben caer en el olvido tachándolos de "crímenes injustificables" y recordó que ya fueron condenados en su momento por misioneros como fray Bartolomé de las Casas. Pero también insistió en que su existencia tampoco ha de impedir que "se reconozca con gratitud la maravillosa obra realizada por el cristianismo en aquellas poblaciones durante estos siglos".

Entre uno y otro discurso, el pronunciado en el santuario de Aparecida y el de ayer, ha mediado una ola de protestas de líderes de los colectivos de defensa de las poblaciones indígenas. A ella se han sumado con entusiasmo los gobiernos de Bolivia y Venezuela, hasta el punto de que el presidente de este último país, Hugo Chávez, reclamó el pasado viernes una "disculpa" por parte de Benedicto XVI por haber ignorado "el holocausto aborigen".

No es de extrañar que Chávez se haya empleado a fondo contra las opiniones del Pontífice. En el mismo discurso donde obvió referirse a las atrocidades que cometieron los colonizadores que blandían el estandarte de la fe cristiana, pronunciado ante 400 obispos, incluyó un pasaje en el que tanto el presidente venezolano como el boliviano Evo Morales podían darse por aludidos.

El Papa alertó de la existencia en América Latina y el Caribe de "motivos de preocupación ante formas de gobierno autoritarias o sujetas a ciertas ideologías que se creían superadas y que no se corresponden con la visión cristiana del hombre y de la sociedad". Los destinatarios del mensaje no tardaron en devolverle los reproches adhiriéndose a la campaña de organizaciones indigenistas, a las que las palabras de Ratzinger molestaron profundamente. "Negar que la imposición del catolicismo fue usada como un mecanismo de dominación sobre los indígenas es ocultar la historia", dijo el director de la Organización Indígena de Colombia, Luis Evelis Andrade.

LA GLOBALIZACION Tras intentar poner las cosas en su sitio, volvió sobre otras preocupaciones sobre Brasil que ya expresó en su viaje. Se refirió a la "identidad católica" como la "respuesta más adecuada" a los riesgos que conlleva la globalización, identidad que no ha de desligarse de "una seria formación espiritual y principios de la Iglesia".