El Vaticano se vio forzado a hacer ayer lo que medio mundo --líderes judíos, el Gobierno alemán, el israelí e incluso una parte de la jerarquía eclesiástica-- le ha pedido durante las dos últimas semanas que hiciera: exigirle a Richard Williamson, el rehabilitado obispo que niega el Holocausto, que elija entre catolicismo y antisemitismo.

La retirada de la excomunión que pesaba desde 1988 sobre Williamson y otros tres prelados lefebvrianos se produjo el 21 de enero, pero la Santa Sede no le había emplazado hasta ahora, cuando por vez primera Benedicto XVI está siendo abiertamente criticado por su manera de ejercer el poder. Williamson, anunció la Secretaría de Estado vaticana en un comunicado, deberá "tomar distancias de modo inequívoco y público de sus posiciones sobre la Shoah" si quiere ejercer como obispo dentro de la Iglesia.

Lo que ocurre, continúa el escrito en tono de disculpa, es que el Pontífice "no conocía" que Williamson negaba en redondo el genocidio judío. Es aquí donde aparece el principal reproche que se hace a Joseph Ratzinger. ¿Cómo podía no conocerlas? Sus más famosas palabras antisemitas --"no existieron las cámaras de gas"-- las hizo en una entrevista que la televisión sueca emitió a finales de enero, pero el obispo ultraconservador ya había dicho lo mismo en muchas otras ocasiones: ya había estado a punto de ser procesado en Canadá por declarar que el Holocausto era un mito, ya había loado los libros del neonazi Ernst Zundel --como El Hitler que amamos -- y ya había asegurado que los judíos preparaban la llegada del Anticristo. Habría bastado que alguien en la Curia romana teclease dos palabras --richard williamson-- en cualquier buscador de la red para que todo esto llegase a oídos de Benedicto XVI.

LA OFENSA Y, sin embargo, nadie lo hizo. O nadie se lo dijo al Papa. Y ahora la caja de los truenos está abierta y el Vaticano trata en vano de cerrarla, ofreciendo unas explicaciones y condenas que muchos le reprochan que no ofreciese antes. El último, el Gobierno de Israel. La máxima autoridad religiosa del país de Oriente Próximo, el Gran Rabinato, ya suspendió la semana pasada sus relaciones con la Santa Sede a causa de lo que es ya el episodio de las últimas décadas que más complica las relaciones entre judíos y católicos, y ayer, en un comunicado, el Ministerio de Exteriores expresó su "preocupación y rechazo" por la decisión papal: "La rehabilitación de un obispo negacionista por parte de la Santa Sede ofende a los judíos, en Israel y en todo el mundo, y humilla la memoria de todas las víctimas y supervivientes del Holocausto".

GUIÑO A LOS LEFEBVRIANOS Pero su presunta ignorancia no es lo único que se le afea a Joseph Ratzinger. También está su incapacidad para explicar el porqué del guiño a los lefebvrianos, expulsados por su rechazo al concilio Vaticano II. El 23 de enero, la sala de prensa de la Santa Sede publicitó y motivó con toda amplitud el lanzamiento de su canal en Youtube, pero un día después, cuando se publicó el decreto que retiraba la excomunión de los cuatro obispos ultratradicionalistas, no se hizo nada parecido. Se difundió el decreto. Punto.

Tras el diagnóstico, ahora se buscan culpables. Sandro Magister, vaticanista del diario L´Expresso , señala al secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone, quien estos días se encuentra en España. "La Secretaría de Estado es el motor de la máquina curial --sostiene Magister--. Tiene el acceso directo al Papa y gobierna la puesta en marcha de sus decisiones. En toda la situación de la revocatoria de la excomunión, el cardenal Bertone, usualmente muy activo y locuaz, se ha distinguido por su ausencia. Benedicto XVI ha sido dejado prácticamente solo y la curia ha sido abandonada al desorden".