Benedicto XVI no teme convertirse en el primer Pontífice en 700 años que renuncia voluntariamente a liderar la Iglesia católica por razones de salud. "Si física, psíquica y espiritualmente el Papa no se siente capaz de desempeñar su tarea, entonces tiene el derecho, y bajo determinadas circunstancias también la obligación, de renunciar", ha declarado Joseph Ratzinger al periodista alemán Peter Seewald, autor del libro-entrevista Luz del mundo: el Papa, la Iglesia y el signo de los tiempos , que hoy sale a la venta en Italia y Alemania.

El libro del compatriota del Papa se ha revelado como un filón de sorpresas antes incluso de salir a la venta. Primero fue la revelación, en el órgano oficial del Vaticano, L´Osservatore Romano , de un fragmento en el que Ratzinger admitía que, en determinados supuestos, como en el caso de la prostitución, podía aceptarse el uso del condón, utilizado como barrera para la transmisión de enfermedades como el sida, a pesar de que hasta ahora se había ocupado de demonizarlo. Luego vendría la aseveración de que el Pontífice también se equivoca, lo que echa por tierra el dogma de la infalibilidad papal. Y ahora, la predisposición a irse si la salud lo exige.

LA ACTITUD DE WOJTYLA No es esta última una cuestión menor. Al poco de la muerte de Juan Pablo II trascendió que Wojtyla había pensado en marcharse si las limitaciones de la enfermedad del Parkinson que padecía iban a más. Incluso que se había planteado fijar en los 80 años la edad de jubilación de los pontífices, como ocurre con los cardenales y, a los 75 años, con los obispos. Las dudas acerca de la verosimilitud de esa información persistieron hasta que, en el 2007, su fiel secretario durante cuatro décadas, Stanislaw Dziwisz, las despejó en sus memorias. Allí corroboró las intenciones de Wojtyla, que llegó a reunir a su núcleo duro, entre los que figuraba el entonces cardenal Ratzinger, para hacerle partícipe de sus deseos.

Benedicto XVI ha dado ahora un paso más otorgando carta de normalidad a un hecho que, aunque previsto en el derecho eclesiástico, constituye una rareza en la historia del catolicismo.

EL PRECEDENTE En 1294, Celestino V colgó la mitra tras cinco meses en el ejercicio del cargo por motivos de salud. En 1415 abdicó Gregorio XII, pero por otras razones. "Uno puede renunciar en un momento de paz o cuando no puede continuar", dice Ratzinger, pero nunca arrojar la toalla en tiempos de crisis, como alguien sugirió cuando el escándalo de la pederastia tomó proporciones gigantescas.

La predisposición del Papa a ser relevado de determinadas circunstancias ha puesto en circulación la hipótesis de que ello llevaría aparejada la desaparición de la escena pública del cesante, que tal vez debería recluirse en un monasterio para que fuese más efectiva. Podría ocurrir, argumentan esas voces, que el nuevo Papa tomara decisiones que no fueran del agrado del Pontífice emérito o de un sector del catolicismo y que ello condujera a un cisma, a una división en el seno de la Iglesia, algo que se hace necesario evitar.