Benedicto XVI se despidió ayer de Jordania demandando respeto para la mujer y animando a los cristianos a permanecer en Oriente Próximo. Superada sin sobresaltos su primera escala en un país árabe, el Papa se adentra hoy en el avispero del conflicto palestino-israelí. En Israel le aguardan a partir de hoy cinco días de pasión y penitencia. Los pecados de la Iglesia como fuente histórica de antisemitismo, el proyecto de beatificación de Pío XII (el Papa que contemporizó con el nazismo), la rehabilitación del negacionista Williamson o, por otra parte, la insufrible vida bajo la ocupación y los excesos de la guerra de Gaza son algunos argumentos de este drama con aires de enredo.

En Jerusalén todo está dispuesto. Banderas vaticanas y carteles de bienvenida han aparecido en las avenidas junto a las omnipresentes insignias israelís. El entusiasmo del Gobierno hebreo, que espera promocionar las peregrinaciones cristianas (cerca del 60% de sus tres millones de turistas anuales), contrasta con el escaso interés de los judíos y los musulmanes por la visita papal. En algunos casos, llega incluso a la hostilidad.

ACUSACIONES Y REPROCHES La extrema derecha sionista ha tildado al Papa de "antisemita" y "criminal de poca monta", mientras un diputado homosexual del minoritario partido de izquierdas, Meretz, ha manifestado que su mensaje está muy alejado de la "compasión, la tolerancia y el entendimiento".

Ni siquiera la totalidad de la enjuta comunidad cristiana de Israel y los Territorios Palestinos, unas 200.000 personas, está contenta. Una representación de sus líderes de base escribió al nuncio en Israel reclamando la cancelación de la visita. "No es el momento, teniendo en cuenta los 1.400 muertos de Gaza y las medidas para forzar el éxodo de los palestinos de Jerusalén, incluidos los cristianos, como las demoliciones de casas, las revocaciones de permisos de residencia o las trabas a la reunificación familiar", explica Yusef Daher, presidente del Centro Interiglesias y uno de los 40 firmantes de la misiva. "La visita solo servirá para dar legitimidad a Israel y dejar a los cristianos en evidencia frente a sus hermanos musulmanes", añade Daher.

Dos momentos en la agenda papal se auguran como estelares. El primero, la visita hoy al Memorial del Holocausto, donde muchos israelís esperan otro mea culpa del Pontífice por la demonización que la Iglesia hizo de los judíos hasta el Concilio Vaticano II.

SIN EXPECTATIVAS Del otro bando, se espera con impaciencia su viaje al campo de refugiados de Aida, en Belén, donde hablará con el muro que encarcela a la ciudad bíblica como trasfondo. Sin embargo, pocos cristianos palestinos esperan una condena enérgica y sin paliativos.

No hay que olvidar que el Vaticano negocia desde hace más de una década su estatus fiscal con Israel y que los visados de sus clérigos dependen de la venia israelí. Estas variables, apuntan voces de la jerarquía católica, limitan enormemente el tono crítico de la Iglesia.