En la recta final de su visita al Reino Unido, el Papa retomó ayer por la tarde el espinoso asunto de la plaga de abusos sexuales en el discurso de despedida que dirigió a los obispos de Inglaterra, Escocia y Gales reunidos en Birmingham. Benedicto XVI alertó de que se ha había abierto un foso de desconfianza entre la sociedad y los pastores de la Iglesia católica y que en esas condiciones la tarea de los sacerdotes brillaba por su ineficacia, además de dificultar la aparición de vocaciones. Y que urgía enderezar el camino siguiendo la senda ya iniciada de "asegurar que los niños estén eficazmente protegidos contra los daños, haciendo frente de forma adecuada y transparente a las denuncias que se presenten" y reconociendo que "esta cuestión se abordó en el pasado de manera insuficiente". El Papa regresó anoche a Roma con un balance provechoso de la visita. Sus seguidores han recibido una inyección de moral, mientras que entre el resto ha recolectado más parabienes de los esperados.

ACTITUD CONDESCENDIENTE Las palabras del Pontífice, pronunciadas un día después de que mantuviera un encuentro con un grupo de víctimas de abusos y de que calificara este tipo de prácticas de "crímenes atroces" durante la homilía de la misa solemne que tuvo lugar en la catedral de Westminster, no darán satisfacción a los afectados. Ahora bien, acrecientan la impresión de que la actitud condescendiente de la jerarquía católica con los verdugos no solo no volverá a repetirse, sino que será severamente castigada.

Benedicto XVI sabe que en ello le va una porción importante del crédito que todavía atesora, especialmente en un país como el Reino Unido, en el que la confesión es minoritaria, y así lo dio a entender ayer, dedicándole dos largos párrafos entre los siete de los que constaba su discurso a los prelados. Ratzinger afirmó que "el vergonzoso abuso de niños y jóvenes" por parte de los clérigos "socava gravemente la credibilidad moral de los pastores de la Iglesia". "He hablado muchas veces de las profundas heridas que causa dicho comportamiento, en primer lugar en las víctimas, pero también en las relaciones de confianza que deben existir entre los sacerdotes y el pueblo, entre los sacerdotes y sus obispos, y entre las autoridades de la Iglesia y la gente en general", añadió.

Al hilo de ese argumento, el Papa recordó a los obispos que "para ser pastores cristianos eficaces hay que llevar una vida con la mayor integridad, humildad y santidad" posible. "Rezo para que, entre las gracias de esta visita, se dé una renovada dedicación en los pastores cristianos a la vocación profética que han recibido, y para que haya un nuevo aprecio en el pueblo" por el sacerdocio. Si ello se cumple, el Pontífice presagió "una cosecha abundante" de vocaciones en el Reino Unido.

A CONTRACORRIENTE Las palabras dirigidas a las dos conferencias episcopales británicas, la de Inglaterra y Gales, por un lado, y la de Escocia, por otro, todavía dieron más de sí. Exigió a los obispos que no tuvieran miedo de ir a contracorriente. "Aseguraos de presentar en su plenitud el mensaje del evangelio, incluso aquellos elementos que ponen en tela de juicio las opiniones de la cultura actual", les dijo, y les pidió que velen por la solidaridad para con los afectados por el desempleo derivado de la crisis.

Finalmente les invitó a aplicar con generosidad la norma, promulgada hace un año, que permite acoger en el seno de la Iglesia católica a los sacerdotes anglicanos casados que desertan de las filas de la Iglesia de Inglaterra. No hay que extremar el celo con los recién llegados, de los que se dijo que se estudiaría caso por caso, no vaya a ser que desanimen a futuros candidatos a la conversión. El Papa revistió el consejo como una manera de "contribuir a mejorar la relación entre anglicanos y católicos".

El discurso relegó la beatificación del cardenal Newman, que por la mañana reunió a más de 60.000 personas en un parque, muchas de las cuales aguantaron estoicamente la lluvia desde horas antes de la llegada del Papa, cuando el tiempo mejoró. Ratzinger insistió allí en la importancia de la enseñanza católica, otra de las constantes del viaje, junto a la denuncia de que la sociedad vive alejada de Dios.