Con la parsimonia propia de la curia romana, un año y medio después de su elección, el papa Francisco escribió ayer el último capítulo de la era de Antonio María Rouco Varela en la Iglesia española al aceptar su renuncia al arzobispado de Madrid y nombrar en su lugar a un prelado alejado de sus tesis ultramontanas, Carlos Osoro, el actual arzobispo de Valencia. Un hombre conciliador y abierto a la sociedad, pero sin alardes. En su lugar, el Papa ha nombrado a un prelado adicto a los suntuosos hábitos cardenalicios tradicionales, Antonio Cañizares, con el objetivo de alejarlo del Vaticano, donde ahora ocupaba el cargo de ministro para el culto divino y la disciplina de la fe.

El cardenal relevado había pugnado por colocar en su lugar a los arzobispos de Sevilla y Toledo, Asenjo y Rodríguez, o su auxiliar en Madrid, Herráez. Aunque el año pasado ya perdió la presidencia de la Conferencia Episcopal, seguía en su comité ejecutivo y pretendía prolongar su influencia con un sucesor que comulgara con su beligerancia doctrinaria y continuara sus batallas contra el aborto, la homosexualidad y por la religión en las escuelas.

La forma en la que el Papa ha difundido el relevo es un síntoma más de la nula sintonía entre los dos prelados. La decisión no se la comunicó directamente, sino a través de su embajador en España, el arzobispo Fratini. Antes que el afectado, también conocía la fecha y el nombre del sustituto el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, pero tampoco este levantó el teléfono. El líder del PP maquinaba desde hace años contra el arzobispo que impulsaba duras campañas contra él desde los medios de comunicación episcopales. El relevo se ha hecho público el día de su 78 cumpleaños y cuando se encontraba de vacaciones.

TRANSICION MAS QUE RUPTURA Los conocedores de los entresijos de la Iglesia española debatían ayer si Osoro en Madrid equivaldrá, salvando las distancias, a la elección de Bergoglio en Roma y si en realidad no se trata de un conservador camuflado. Algunos creen que lo que se abre ahora es tan solo un periodo de transición". De ruptura", pero equilibrada, sin exagerar". Avalaría esta tesis el hecho de que a Osoro, de 69 años, le quedan poco más de cinco para tener que presentar su renuncia. A Cañizares solo dos. La misma fecha de caducidad que tenía al ser elegido el actual presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez.

Ninguno de ellos dispondría del tiempo suficiente para dejar una impronta duradera como la de Rouco Varela, pero este interregno debería servir al Papa de la renovación para promover otros prelados aún más acordes con su mensaje.

Contra esta tesis juega el hecho que la frontera de los 75 años no es siempre insalvable. Como muestra, el propio Rouco, que había presentado su renuncia hace tres años pero hasta ayer no le fue aceptada. Tampoco la edad del Papa, 78 años. Quizás, apuntan otros, Francisco solo ha escogido lo posible entre un episcopado español ideológicamente muy escorado.

El acto y la posterior rueda de prensa con las que se despidió ayer Osoro de Valencia tampoco arrojan muchas más pistas, más allá de hacer gala de su estilo conciliador. Voy a hacer lo que he hecho en Valencia y en Asturias", es decir, hablar con todos, salir por las calles", así como referirse como hermanos, no como enemigos, a los que no piensan como nosotros", advirtió. Ante la pregunta de si será continuista o renovador respecto a Rouco se encogió de hombros. No se lo que ha hecho como arzobispo, como él no sabe lo que he hecho yo", zanjó.