La de ayer fue la tercera vez en otros tantos días en que el papa Benedicto XVI se refirió al escándalo de pederastia que tanto daño hizo a la Iglesia católica en EEUU. Pero la de ayer fue diferente porque las palabras de pesar fueron pronunciadas ante unas 45.000 personas que abarrotaron el estadio de béisbol de Washington en la primera misa de Joseph Ratzinger en Estados Unidos. "Ninguna palabra que pueda pronunciar puede describir el dolor y el daño causados por los abusos", dijo Benedicto XVI.

Quizá por ello quiso conocer de primera mano los sentimientos de las víctimas y, tras concluir la ceremonia, se reunió con un pequeño grupo en la sede de la nunciatura de Washington, informó anoche el Vaticano. El Pontífice "les escuchó, les dedicó palabras de aliento y esperanza", y les ofreció oraciones "por sus familias y por todas las víctimas de abusos sexuales", según el comunicado. El grupo estuvo acompañado por Sean O´Malley, arzobispo de Boston, una de las ciudades más afectadas por el escándalo.

Antes, Ratzinger admitió ante 400 obispos estadounidenses la "profunda vergüenza" que siente por los casos (unos 10.000) de abusos sexuales y añadió que la respuesta al escándalo estuvo "pésimamente gestionada".

"Se han hecho muchos esfuerzos para tratar de forma justa esta trágica situación", dijo Benedicto XVI, que hizo un llamamiento a los fieles a la reconciliación, a "ayudar a los que fueron heridos" y a "amar a sus sacerdotes".

Al margen de la pederastia, la misa fue una nueva demostración de la extraordinaria conexión entre este Pontífice y el país norteamericano.