Benedicto XVI inició ayer su primera visita oficial a la cuna del cristianismo con la difícil misión de cerrar las heridas abiertas con musulmanes y judíos durante sus cuatro años de pontificado y de aportar una dosis de esperanza a las menguantes y minoritarias comunidades cristianas de la región. En Oriente Medio le aguarda una geografía minada de sensibilidades incendiarias donde no todos le esperan con los brazos abiertos. En Jordania, primera escala del viaje, los islamistas ven su visita como una "provocación".

Nada más aterrizar en Ammán, donde fue recibido calurosamente por el monarca hachemí, Abdalá II; su esposa, Rania, y las autoridades religiosas del país, Benedicto XVI trató de enmendar pasados resbalones mostrando su "profundo respeto por la comunidad musulmana".

En la mente de muchos musulmanes, sin embargo, todavía colea su discurso en la Universidad alemana de Ratisbona en el 2006, en el que citó un texto medieval que describe la religión de Mahoma como "malvada e inhumana", además de violenta. Joseph Ratzinger negó que la cita expresara su opinión, pero en la región hay quien aún espera una disculpa, como el principal partido de la oposición jordana, la rama local de la fundamentalista Hermandad Musulmana.

PEREGRINAJE DE PAZ Benedicto XVI volvió a repetir ayer que llega a la región en un "peregrinaje de paz" y abogó por el diálogo entre las tres religiones monoteístas. Pero apenas quedan entre 12 y 15 millones de cristianos; en el caso de Jordania, menos de 200.000, el 2% de la población. Sin acusar a nadie, reclamó el respeto a "la libertad religiosa y la dignidad del hombre" y pidió a los cristianos "valentía y humildad" para permanecer en sus países porque son "indispensables para la paz".