Benedicto XVI se despidió ayer de Brasil con otra misa multitudinaria y el calor de una feligresía a la que le exigió vivir casta y virtuosamente. Se fue después de haber lanzado un rosario de admoniciones a los políticos que apoyan el aborto y advertir, sin nombrarlos, los peligros que representan para la región un presidente de matriz indigenista, Evo Morales, de Bolivia, y otro, como Hugo Chávez, que predica el llamado socialismo del siglo XXI.

La alusión a Chávez no pasó inadvertida. Le dijo a los prelados que hay "motivos de preocupación ante formas de gobierno autoritarias o sujetas a ciertas ideologías que se creían superadas, y que no corresponden con la visión cristiana del hombre".