Si la persecución de los católicos dejó de existir en el Reino Unido a finales del siglo XIX, la antipatía hacia la doctrina romana perduró hasta bien entrada la segunda mitad del XX. En los últimos años, sin embargo, el retroceso de la Iglesia anglicana fundada por Enrique VIII hace 500 años, que acusa evidentes síntomas de fatiga, ha dado alas al catolicismo, que ha comenzado a abrirse un camino prometedor en el feudo británico. El Papa inicia el jueves una visita de cuatro días al país que tiene al anglicanismo por religión oficial, la primera que realiza un Pontífice a Gran Bretaña como invitado de Estado (Juan Pablo II se autoinvitó en 1982), para apuntalar la fe católica de las islas. El viaje no está exento de turbulencias, pues se registra cuando, lejos de apagarse, las llamas del escándalo de los abusos a menores protagonizados por clérigos, que también han devastado a la vecina y católica Irlanda, se mantienen vivas.

Los 5,3 millones de católicos que residen en el Reino Unido representan menos del 10% de una población de casi 60 millones de habitantes, de los que la mitad se declaran anglicanos. Pero entre la comunidad protestante fiel a la Iglesia de Inglaterra la devoción languidece y poco menos de un millón de feligreses acude cada domingo a su parroquia. Por contra, los seguidores del Papa que participan semanalmente en los actos litúrgicos superan ya el millón.

HEMORRAGIA INTERNA Los anglicanos se desangran en pugnas internas, a cuenta del sacerdocio femenino y la idoneidad de los homosexuales para ejercer como obispos. El sector más conservador del anglicanismo, espantado ante tanta modernidad, suspira por abandonar sus filas. Y el Vaticano, atento a la desbandada, ya ha ideado un procedimiento para acoger a los conversos.

Entre los miles de seguidores de la Iglesia de Inglaterra que han abrazado la fe católica en los últimos años sobresalen dos nombres: la duquesa de Kent, casada con un primo de la reina Isabel II, y el exprimer ministro Tony Blair, que ingresó en la Iglesia romana al dejar el cargo.

PERSONAJE ILUSTRE Pero el personaje más ilustre en la historia de las conversiones anglicanas al catolicismo es John Henry Newman, un clérigo que fue vicario de la iglesia de la Universidad de Oxford y que, a la mitad de su vida, en 1845, se pasó con sus mejores armas y bagajes intelectuales al bando católico. Hacia el final de su vida, el Papa León XIII le premió convirtiéndolo en cardenal. En el Concilio Vaticano II fue de los teólogos más citados, lo que acabó por encumbrarle al olimpo católico.

Ratzinger le admira y el domingo, en Birmingham, le beatificará, convirtiéndole en el primer santo católico inglés que procede de las filas anglicanas. La figura del beato junto con las polémicas sobre el sacerdocio femenino, la pederastia y la mercantilización de la visita centran la atención del viaje papal.

Cuando llegue a Londres, el Pontífice se encontrará con un mensaje en los autobuses: Papa Benedicto XVI, ¡ordene mujeres ya! . La iniciativa, a cargo del grupo Ordenación de Mujeres Católicas (CWO), pretende denunciar que en el seno de la Iglesia católica británica esa es una cuestión tabú, que ni siquiera se puede plantear, máxime cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe acaba de incluir entre los delitos más graves castigados por el Derecho Canónico el de promover o prestarse a la ordenación de mujeres.

CISMA Pero, en realidad, el rechazo al sacerdocio femenino no plantea un conflicto a la jerarquía católica británica, sino todo lo contrario: esa es una de sus mejores credenciales a la hora de atraerse a los descontentos con la política que sigue la Iglesia anglicana, que no solo ordena mujeres, sino que se ha manifestado dispuesta a convertirlas en obispos. La cuestión ha derivado en una suerte de cisma en las filas anglicanas, con un sector tradicionalista que no quiere dar su brazo a torcer y que está a la espera de acontecimientos en el seno de la confesión antes de adoptar una decisión.

LOS ABUSOS DEL CLERO La visita de Ratzinger a Gran Bretaña coincide con el momento más delicado que ha vivido la Iglesia católica en muchos siglos. Los incontables informes sobre abusos sexuales del clero católico alrededor del mundo ensombrecen el viaje de Benedicto XVI, al que algunos consideran como parte de la jerarquía que ha encubierto los delitos. En la isla vecina, Irlanda, dos informes revelaron el año pasado la extensión y gravedad de los abusos cometidos por el clero irlandés durante décadas, en instituciones de menores controladas por la Iglesia.

Tras la publicación, un total de cuatro obispos irlandeses han dimitido. Se mantiene en el puesto sin embargo el primado de la Iglesia católica en Irlanda, el cardenal Sean Brady, quien estuvo involucrado en el encubrimiento de un cura pederasta. Brady ha prometido acompañar al Pontífice en su gira británica. Las asociaciones internacionales de víctimas han condenado la tibia respuesta del Vaticano y ahora esperan que con motivo del viaje papal, el Reino Unido se convierta en la plataforma y el eco mediático de sus denuncias.

El coste del viaje papal se ha disparado y se ha convertido en motivo de polémica. El presupuesto, que en un primer momento se estimó en 7 millones de libras, pasó después a 15, según los cálculos del Foreign Office. Ahora las estimaciones andan por 20 millones (24 millones de euros) y la cifra final puede ser más elevada. La seguridad que rodeará al Papa ha encarecido especialmente la gira. Su protección costará entre 1,2 millones y 1,8 millones de euros.

MISAS DE PAGO Los contribuyentes pagarán algo más de la mitad del total de la cuenta, lo que ha causado malestar, en un momento difícil para las economías familiares. La Iglesia por su parte hará frente a la factura de los actos pastorales cobrando entrada a los fieles. La misa de Glasgow saldrá por 24 euros y la de Birmingham subirá a 30.