TAt G.K. Chesterton le llamó la atención --así lo recogió en su libro Lo que vi en Norteamérica -- que los americanos defendieran la ley seca ante un buen vaso de vino o que pertenecieran a una sociedad secreta y no mantuvieran el secreto. Es que eso, amigo Chesterton, es el ser humano: una máquina de generar paradojas. Paradojas y tópicos. Los amantes de ambos están de enhorabuena ahora que la Navidad ha encendido nuestros mustios corazones con abetos y villancicos. ¡Qué pereza da leer a los columnistas y lectores que asaltan la prensa para dejar en ella sus muecas de dolor porque la Navidad ha perdido su valor espiritual al convertirse en mero consumismo! (Como si nos pasáramos el resto del año hilando la rueca a lo Gandhi o rezando a la Virgen).

Eso sí, la prensa cacereña está de lo más divertida, porque estas quejas anticonsumistas cohabitan con las quejas de quienes demandan el advenimiento de El Corte Inglés a nuestra ciudad. Y a veces en la misma página.

Estoy a favor de que nos llueva El Corte Inglés, aunque solo sea para darme el gusto de imaginar a mis conciudadanos escribiendo afligidos artículos contra el consumismo minutos antes de asaltar el famoso centro comercial con intención de dejarse en sus cajas hasta el último euro de la paga extra.

Si tanto les preocupa a estos ascetas la compra de artículos innecesarios, bastaría con que no los compraran. Y, ya puestos, que hagan voto de pobreza, como san Francisco de Asís . Cierto que no está el clima para andar desnudos por el parque de Cánovas, pero, como dijo el propio Chesterton, "las causas perdidas son las que habrían podido salvar al mundo".