TFtorzar la máquina de la sociedad a fuerza de decretos no suele traer buenas consecuencias. Antes que después, el engranaje chirría y puede llegar a griparse o saltar la junta de culata. Quiero decir que sustituir capacidad por entrepierna a golpe de BOE es una temeridad ciertamente peligrosa. De entrada, esta práctica insensata nos trajo al Gobierno de España a ese trío de la bencina, ídolos o ídolas de humoristas y guiñoles, que son Malena , Trujillo y Calvo , tal que la Santísima Trinidad pero a lo Monty Python , palpable demostración de que este país lo aguanta todo. Después de esto, ya nos puede venir gripe aviar o peste negra. Peccata minuta o, como decía mi abuela, "¡ah la hilacha!".

Y todo a cuento de que el untuoso ministro Bono nos ha endilgado estos carnavales, desde su púlpito intrínseco y sin chirigota, una frasecita que, en sus labios píos, casi suena a admonición bíblica: "Si la mitad de los generales del Ejército fueran mujeres, éste funcionaría mucho mejor". O así. ¡Qué idiotez tan oronda, madre del amor hermoso! Echando mano de hipérbole demagógica y acumulando absurdo a lo mentecato, habríamos de colegir como primer corolario que si, en vez de la mitad, todos los generales fueran mujeres, el ejército iría de fábula, ¿no?

Visto lo visto y constatado el empecinamiento de este bifronte obispo laico, aventuro carreras meteóricas de algunas mujeres en el ejército. No querría estar yo en la piel del corneta de un regimiento que tuviera que interpretar la orden de tocar a generala. ¡Menuda papeleta!

(jabuizaunex.es)