Londres exige un certificado médico, Madrid pesa a las modelos, Milán suscribe un código ético, Nueva York crea un protocolo de recomendaciones... ¿y París? ¿Qué hace la que se considera la capital de la moda ante el debate sobre la anorexia en las pasarelas? Pues mirar hacia otro lado. En vísperas de la semana del prªt-à-porter --del 30 de septiembre a 8 de octubre--, en Francia casi nadie osa importunar a la sacrosanta industria de la moda, que actúa como si el problema no fuera con ella.

Por recomendación de la Oficina de Verificación de la Publicidad, cuyos consejos son acatados pese a no ser vinculantes, la impactante campaña contra la anorexia firmada por Oliviero Toscani no verá la luz en Francia. Mientras la oficina la juzga vejatoria para "la dignidad humana", Toscani se defiende. "Es la realidad la que es chocante, no las fotos", dijo ayer el fotógrafo, para a continuación aclarar que no destinará sus honorarios a la lucha contra la anorexia. "No soy ningún misionero", añadió.

El hecho de que la esquelética modelo sea una joven francesa, Isabelle Caro, ha sido destacado por algunos medios de comunicación del país vecino, que sin embargo han tratado la cuestión como una polémica ajena, circunscrita a un debate sobre la ética y eficacia de mostrar el cuerpo de una enferma.

Los modistos eluden pronunciarse y la Federación Francesa de la Costura sale en su defensa al grito de "la moda no se reglamenta". Algunos se sacuden las pulgas señalando a las agencias como encargadas de la selección de las modelos y a las autoridades sanitarias como responsables de su bienestar, así que el Ministerio de Salud tomó cartas en el asunto y en mayo creó un grupo de trabajo, que en octubre presentará sus conclusiones.