Los 65 diputados de la Asamblea de Extremadura han puesto sus bienes a vista, como el piso de una recién casada. Nos enteramos así de que el panorama económico de sus señorías tiene más altibajos que la carrera de Chiquito de la Calzada. Ahora sabemos que cuando bostezan en el hemiciclo unos lo hacen de aburrimiento y otros de hambre. Es verdad que la mayoría está montada en el euro. Algunos ciudadanos ya se preguntan cómo es posible que estando en manos de gente tan capacitada para el beneficio sigamos siendo la región más pobre del reino. Pero en el otro extremo están los diputados menesterosos, tan tiesos que si les quitan el respaldo del sillón de parlamentario no tienen donde caerse muertos. Curiosamente, a estos son a los que más vapulean en los foros de internet. Pocos internautas entran en valoraciones de honradez o eficacia. Lo que les mosquea es que alquien sin un duro se meta a político. Se conoce que nuevas tecnologías no es sinónimo de nueva mentalidad. Para ellos, la política es como los rolex, cosa de ricos. Si les dejaran, harían como ese señor de Ciutadella, legarles toda nuestra fortuna a los Príncipes de Asturias. Su lema es: a quién va a estimar más el dinero que al que tiene trato diario con él. Por eso a los diputados pobres no los pueden ni ver. A los pobrecillos, menos controladores aéreos, les llaman de todo. Anónimamente, eso sí. Que otra de las ventajas de tener internet en casa es que no hay que jugarse el tipo saliendo por la noche a hacer pintadas. Es mucho más relajante insultar tras la pantalla del ordenador, dónde va a parar. Nadie discute que la política, por méritos propios, es la clase más desprestigiada del país. Pero entre eso y valorarlos por su patrimonio debe haber un término medio.