TLta corrección política se ha instalado de tal manera en el mundo de las Letras que raro es el acto literario en que no se lancen afligidas críticas contra el mayor best-seller de los últimos tiempos: El código da Vinci . En sospechosa coincidencia con la Iglesia católica, nuestros sesudos --y no tan sesudos-- escritores siguen desaconsejando vivamente su lectura, pese a que la mayoría de ellos confiesa no haberlo leído. Fueron precisamente estos excesivos e inquisitoriales tambores de guerra los que me incitaron a leer el libro de marras hace un par de años. Y diré más: pasé un rato muy ameno con él. Sobre su calidad literaria, qué decir. Cierto que no es la joya de la corona, pero vaya en su favor que tampoco lo pretende. Además, tiene la virtud de activar el morbo que anida en numerosos lectores por los convulsos inicios del cristianismo. Ese es, en mi opinión, el único problema: que muchos se quedan en el morbo y en vez de dar un paso cualitativo leyendo ensayos eruditos sobre el tema centran su interés en imitaciones de El Código , por no mencionar otros títulos del propio Dan Brown , que, según me aseguran amigos no contaminados por rigorismos intelectuales, son infumables.

Si no está de más la recomendación, yo iría directamente a Vida de Jesús , del heterodoxo Ernest Renan , un ensayo muy polémico en el momento de su publicación en Francia, en 1863. La obra, de documentación enciclopédica, estremeció los pilares del cristianismo por su visión racionalista del Jesús histórico.

Puestos a demonizar, me parece mayor pecado literario no leer a Renan que leer libros comerciales como El Código da Vinci .