En la oscuridad de una sala de cine los ojos de mi hija brillan como dos bengalas diminutas. Imagino la de cosas que andarán pasando por su cabeza de niña de dieciséis años. Cualquier beso que no sea como los de esta película serán besos sin sustancia. Cualquier futuro será insulso si no trae una banda sonora tan emocionante como esta que envuelve la sala. Ella no sabe que justo un día como hoy, un 15 de mayo de 1896, se proyectó por primera vez una película en España. Desde ese instante, casi todos los cambios sociales que se han producido tienen algo que ver con este invento. Al parecer, todo empezó porque los judíos de América tenían serios problemas para que la gente aceptase su modo de vida. En medio de tanto bicho raro llegado de cualquier parte del mundo, ellos eran los más raros. Pero también los más ricos. Y usaron su dinero para contratar a los mejores guionistas y directores de Europa, a los más atractivos actores y actrices, a los mejores músicos. Y pusieron en pantalla un mundo que no existía pero que les convenía que existiese. Así fue como en menos de una generación se consolidó el típico estilo de vida americano, que es ahora el estilo de todo occidente. Nuestra cultura ha pasado de ser bibliográfica a ser filmografía. Por eso cuando Zapatero llega al Gobierno no trae en su cabeza un sistema financiero ni un sistema filosófico, lo que trae montada es una película. Es el presidente más conciliador y con más vocación social de nuestra historia porque su corazón está más cercano a Frank Capra que a Pablo Iglesias . El miércoles en el Congreso su rostro no era el de un estadista abatido, era el de un niño que acaba de descubrir que el guión de la vida real lo escriben tiburones financieros que no van nunca al cine.