PLAZA: Valencia. Media entrada.

TOROS: Ganadería de María Luisa Domínguez Pérez de Vargas, bien presentados, aunque con desigualdades, bravos y con clase.

TOREROS: Javier Rodríguez: bajonazo (ovación); y dos pinchazos y bajonazo (silencio). Antonio Barrera: estocada trasera y descabello (una oreja tras un aviso); y pinchazo, media y dos descabellos (ovación tras un aviso). Fernando Robleño: pinchazo y estocada (palmas); y pinchazo y estocada saliendo cogido.

La cogida de Robleño, en el último instante, marcó la tarde. Un final que ni por asomo se podía sospechar. Lo justo hubiera sido más que nada hablar de los toros, y bien. Porque el ganado respondió al carácter que define a la ganadería, de marcado acento torista: bravos en varas y de incansables embestidas en el último tercio.

Cuatro embistieron de lo lindo, y uno de ellos, el segundo, en el momento de montarle la espada todavía hubiera aguantado otra faena más. Toros además y sobre todo con mucha clase, por fijeza y bondad, por sus largas y pastueñas embestidas, siempre muy humillados y prestando emoción.

Pero hay que hablar de la cogida sobre todo porque fue tan espectacular como inesperada. Robleño, que no había tenido suerte con su primero, el ´guardiola´ que sólo se tragó los pases a favor de la querencia, y con el que apenas pudo pasar de los alardes, se dio cuenta de que se le iba la oportunidad de una feria importante como la de Fallas cuando montaba la espada al sexto después de una faena larga y sin profundidades.

El hombre ya había pinchado una vez cuando, por querer hacer las cosas bien, se tiró de nuevo arriba. Entró despacio y dejándose ver tanto que el toro hizo presa fácil. Dejó la espada al tiempo que le entraba el pitón. Todavía no pudo zafarse del animal, que ahora le buscó de nuevo con saña, pues ya se sabe que los toros heridos de muerte son más agresivos y certeros.

Se temió lo peor pues cayó desmadejado en brazos de las asistencias. Pero ya en la enfermería se supo que la cornada era "sólo" de pronóstico menos grave.

El otro protagonista de la tarde, que vivió una cara muy distinta, la del triunfo, Antonio Barrera tuvo un gran primer toro al que hizo faena de menos a más y en la que destacó sobremanera en el toreo al natural.

En el quinto, gran toro también, hubo muchas desigualdades de parte del torero, ora por no acertar en la distancia, ora por la velocidad, incluso por las pausas e interrupciones que incluyeron dos desarmes.

El local Javier Rodríguez falló en actitud y aptitud. Permitió que casi masacraran en varas a su primero y luego no se quedó quieto ni una sola vez. En el imposible cuarto se le fue todo el trasteo en un encimismo sin sentido.