TEtstoy por creer que la serie Lost se inspira en el día a día de los españoles. La mayoría de nosotros anda perdido en una isla en la que ocurren mil cosas incomprensibles y donde el infierno siempre son Los Otros. A la columna de humo negro la llamamos Crisis y a los dos hermanos que se matan por poseer la isla, en vez de Jacob y Locke, les decimos Izquierda y Derecha, pero para el caso es lo mismo. Vivimos, por puro accidente, en una selva inhóspita, sin saber de dónde nos vendrán los palos. Igual que en la serie, nos hemos separado en grupúsculos a los que damos el nombre de comunidades autónomas y llamamos Patria a ese esfuerzo común que hace más llevadera la vida. Pero gastamos demasiada energía en levantar murallas invisible que salvaguarden los leves matices que diferencian a cada grupúsculo. Demasiados años malgastados en una política como de capítulo de Lost. Dividiendo siempre, perdidos en un limbo de islas habitadas por Otros a los que nos han enseñado a mirar como enemigos. Cada uno con su bandera y su idioma y su acento y su equipo de fútbol y su Virgen y su banda municipal esgrimidos como una lanza. Pero, como en Lost, llega el momento de poner fin a la serie. Sumar en vez de dividir. Así lo han entendido los ciudadanos de Agallas al pedir sumarse a Extremadura. Han debido pensar que eso de sentir amor por la tierra donde se nace está muy bien, pero que a veces está mucho mejor sentir amor por la tierra donde nacieron otros. Sobre todo si allí la seguridad social es más ágil, los sueldos menos rácanos, el paro menor, la cultura mayor, los políticos escuchan, los pájaros cantan y las nubes se levantan. También Portugal y España se sumarán algún día. Es la única forma de dejar de ser dos islas perdidas en el limbo de la historia.