De esta forma, "Miguel Angel Perera, torero por la gracia de Dios", titulaba el artículo que al finalizar la temporada 2006 tuvo a bien publicarme este diario con motivo de su éxito en Madrid, en aquella corrida del Puerto de San Lorenzo en la feria de otoño madrileña con una actuación extraordinaria en la que le arrancó una oreja a uno de su lote.

Reproduzco dos años más tarde, una parte de ese comentario para refrescarles a algunos la memoria y comprobar si los que pensábamos y seguimos pensando de la misma forma estábamos equivocaos .

Escribí entonces; "es ambicioso aunque pausado; es valiente con los toros y sin temor a los palcos escénicos y el mundo mediático; es un torero profundo y clásico; toca con la yema de los dedos ser figura del toreo; es un torero de cartel de feria de largo recorrido y no flor de un día; es un torero que no sabe esconderse en los rincones".

Hoy ya no hace falta decir todo esto, ya lo ha comprobado todo el mundo y el pasado día 6 en las Ventas, ante su lote de Núñez del Cuvillo, sacó el manual para explicar delante del toro lo que a cualquiera de nosotros nos resulta dificilísimo escribir delante del ordenador.

Dejó en el burladero su cuerpo, menos los testículos que los tuvo siempre pegados a su alma. Como un junco fino cimbreándose con aromas de yerbas de nuestros campos extremeños, las raíces de sus zapatillas clavadas en el suelo, le presentaba la pañosa de la única forma que puede ser calificada de tauromaquia ortodoxa por excelencia, recta y planchada, de arriba abajo y de fuera para dentro, roto, se había caído de su cuerpo, sin esconderse en los rincones, sacándole brillo en la taleguilla el roce del burel, enseñándole geografía, los cites largos, los cogía en Zamora y lo desembarcaba en Cádiz, en un sinfin de redondos y naturales sin poder apreciar dónde terminaba un muletazo y empezaba el siguiente, limpios y dibujados, terminando las series con pases de pecho de carteles de toros.

Al matar al segundo solo le faltó abrazarse a su cuello para despedirlo en una tarde donde Madrid reconoció que se trataba de una auténtica y genuina figura del toreo, premiándole con las dos orejas que dan derecho a salir por la Puerta Grande. No juego a nada pero hace ya algunos años que mi amigo Pepe Ruiz y yo estábamos seguros de que Miguel Angel Perera es torero por la gracia de Dios.