Miguel Angel Perera logró ayer un triunfo incuestionable en Madrid, porque la oreja que ayer paseó el diestro extremeño fue de las de peso, de las cortadas a ley, de las que se arrancan. Seguro que en su fuero interno al torero le sabrá a gloria este trofeo y esta culminación que está teniendo de una temporada difícil para él, pues no en vano, a tenor de su capacidad, se le exige mucho. Pero también Perera, en su fuero interno, valorará que, además de esa capacidad -que la tiene y mucha-, ayer puso sobre el albero madrileño una disposición y una valentía que son las que distinguen a los grandes, a los elegidos.

El sexto toro fue muy complicado, soso en el capote y probón ante su peón Romerito. No era toro para brindar pero lo brindó Perera anunciando sus intenciones. Inició la faena desde los medios por pases cambiados por la espalda, de escalofrío por el ajuste, y de pecho.

Pronto el diestro le dio sitio y le adelantó el engaño. Así surgieron muletazos muy intensos, llevando al toro por abajo, que pronto comenzó a quedarse corto y a mirar a su lidiador. Poco se desplazaba por el pitón derecho, pero más complicado se puso por el izquierdo. Llegó entonces un arrimón de sinceridad extrema, sobrecogedor, y Perera le fue robando al toro los muletazos en un palmo de terreno.

Siguió por unas bernardinas, ya con la faena hecha, en las que se pasaba al astado muy cerca, y se cuadró para matar. ¿Dónde? Pues cerca de chiqueros, tapándole al animal la salida hacia su querencia, porque sabía que justo en ese terreno le ayudaría. Así fue y así cobró una gran estocada que desató la lluvia de pañuelos.

Antes tuvo un cinqueño noble pero muy desrazado, que transmitía muy poco. Con él también estuvo muy centrado y por encima, sacando series limpias por ambos pitones que no calaron en los tendidos.

Cuando uno ve torear a Luis Francisco Esplá no puede por menos que pensar en el buen torero que se perdieron nuestros bisabuelos, cuando el toreo se hacía sobre las piernas y no sobre los brazos. Lo mejor de su tarde fueron los dos tercios de banderillas, especialmente la elección de los terrenos en los cites o al clavar por los adentros.

Mas con la muleta dijo muy poco, porque no lo podía decir ante el cuarto de Pereda, que no humillaba y no tenía ritmo, pero sí ante el que abrió plaza, que, con algún punto de violencia, pedía más.

Dispuesto siempre, Matías Tejela tuvo un primer toro al que había que llevar mucho y le hizo un trasteo bien por momentos y desigual en otros. El quinto estaba imposible por el pitón izquierdo pero fue a más por el derecho.