Los peritos que han declarado hoy, en la tercera jornada del juicio civil por el accidente del Yak-42 en el que fallecieron 62 militares españoles, han discrepado sobre las causas del siniestro, que han atribuido a la tripulación del avión, a los controladores turcos y al mal tiempo. Los peritos, todos ellos pilotos con amplia experiencia y gran cantidad de horas de vuelo, han protagonizado la sesión con amplias y técnicas explicaciones ante la titular del juzgado de primera instancia número dos de Zaragoza que preside la vista, en una larga jornada que ha durado siete horas y media.

Orlando Jiménez Forero, quien ha participado en la investigación de 300 accidentes aéreos, abrió el turno de testimonios y ha dicho que el piloto del Yak-42 violó todas las normas internacionales de seguridad y utilizó unos "pésimos" procedimientos de vuelo, ya que iba a demasiada velocidad y a una altura muy superior a la fijada para una operación de aproximación a un aeropuerto. Las condiciones del aeropuerto para llevar a cabo un aterrizaje eran las adecuadas, pero, a su juicio, fueron poco lógicas ciertas decisiones del piloto, como la desactivación del piloto automático, debido a la carga de trabajo que eso supone. "Se violaron todas las normas de navegación", ha insistido el también instructor de vuelo, quien ha añadido que hubo un momento en el que el piloto tuvo una "pérdida de consciencia situacional", es decir, que no sabía qué ocurría a su alrededor, además de que no tuvo capacidad de reacción al escuchar la activación del sistema de proximidad al terreno.

La tripulación se congeló, no reaccionó, la "total potencia" no se activó en ningún momento, al saltar la alarma de proximidad al terreno, y, por ello, no se evitó la colisión con las montañas cercanas al aeropuerto de la ciudad turca de Trebisonda, ha asegurado este piloto, aportado por las familias. Sin embargo, Ángel Arroyo, perito de la compañía aérea UM Air y con más de 30 años de experiencia como piloto, ha responsabilizado a los controladores aéreos turcos de lo ocurrido, sobre todo porque se hizo un cambio de pista innecesario que obligó al piloto a hacer una maniobra de no precisión, con el riesgo que conlleva, ya que "deja el avión totalmente descolocado".

Según estadísticas presentadas por este perito, los aeropuertos de Europa del Este son los que presentan una mayor siniestralidad y la maniobra de no precisión -la utilizada por el Yak-42- ha causado 72 accidentes en 20 años, es decir, que "son 5,2 veces más peligrosas que las de precisión". Ha recalcado que el accidente se pudo haber producido antes debido a las instrucciones de los controladores y ha criticado el informe elaborado por la Comisión de Investigación porque, ha dicho, no es independiente y presenta numerosas incorrecciones.

A preguntas de los letrados de la acusación ha reconocido que él "en absoluto" hubiera volado en un aparato con el sistema de grabación de cabina estropeado -como ocurría en el Yak-42-, porque "se me hubiera caída el pelo". El tercer perito, Claude Guibert, propuesto por la compañía aérea Chapman Freeborn, ha hecho hincapié en que la visibilidad en el aeropuerto no era la adecuada, ya que había numerosas viviendas cercanas a la pista de aterrizaje, así como un puerto, cuya iluminación podía confundir al piloto.

Aunque ha insistido en que sus declaraciones son hipótesis, ya que es imposible conocer las causas del accidente debido a que no se dispone de las conversaciones de los pilotos en el momento antes de la colisión, y ha considerado que la aproximación al aeropuerto fue difícil por la escasa visibilidad, la lluvia y que era de noche. En su opinión, no se puede reprochar nada a los controladores aéreos que estaban en la torre de control, en la que no había radar, y ha reiterado que fue una buena decisión por su parte la de cambiar la pista prevista inicialmente, ya que había cambiado el viento y el avión se podía salir de la misma, más aun teniendo en cuenta que estaba mojada.

También ha negado que el cansancio o la falta de experiencia de la tripulación pudiera haber sido la causa, sobre todo porque había a bordo dos pilotos y un ingeniero de vuelo, profesionales con un elevado número de horas de vuelo, ha subrayado. Este es el segundo juicio civil que se celebra por el accidente del Yak-42, ocurrido el 26 de mayo de 2003, contra la compañía Ukranian Mediterranean Airlines (UM Air), la contratista del vuelo Chapman Freeborn y a su reaseguradora Busin Joint-Stock Insurance, a las que las familias de las víctimas piden más de 60 millones de euros en indemnizaciones.