Desde la rabia más amarga te doy mi despedida Petri, no trabajé codo con codo contigo pero tenías la capacidad de transmitir tu rebosante empatía con tu noble mirada. Nunca olvidaré cuando empecé a trabajar en Admisión, cómo el susto de mi cara impactó tanto en tu corazón, que aprovechabas el rato del café para brindarme tu ayuda, no te puedes imaginar el bien que me hacías. Algunos ponen en evidencia la existencia de Dios, yo no tengo dudas, tu maravillosa labor ha terminado aquí, pero no es este el fin, porque has sembrado en mí tu bondad y la aplicaré cuando vea a una compañera necesitada, lo haré con el mismo cariño que tú lo hiciste y esa satisfacción me permitirá tenerte siempre. Llévate mi agradecimiento... antes de alejarte.

Irene García Bazaga