El trágico suceso vivido en el Latok II por el montañero aragonés Oscar Pérez ha causado un gran impacto en muchos, que ahora han sido conscientes de lo cruel que puede ser la montaña. El cacereño Carlos ´Kake´ Rovira sabe bien lo que es enfrentarse a la dureza de la cordillera del Karakorum, donde se encuentra el Latok II.

En el verano del 2006 Kake formó parte de una expedición cuyo objetivo era la cumbre del K2, la cima del Glaciar Baltoro, que forma parte del Karakorum. La dureza de la subida hizo que tuviese que abandonar después de 50 días de expedición, debido a una congelación en los pies "fue una decisión dura pero era consciente de que o hacía cumbre o me quedaba sin dedos". En su caso tuvo suerte, y el regreso fue posible, pero sabe que, en ocasiones, los rescates en alta montaña no llegan. "Coincido con todo lo que han hecho, la regla básica del rescate es que no puedes emprenderlo cuando hay peligro para los rescatadores. No se pueden poner mas vidas en peligro, aunque al público le pueda chocar un poco", dice.

"En su rescate se han juntado condiciones que lo han complicado aún más". Lo cierto es que, aparte de que el nordeste de Pakistán sea una de las zonas más montañosas del mundo --cinco de los catorce 8.000 que hay en el mundo están allí--, la suerte no estuvo de lado del oscense.

POCA LOGISTICA El principal problema, según Kake, era de índole logístico. El Latok II es una montaña exclusivamente escalable, a la que no se puede acceder andando, y además, a la altura a la que el alpinista se encontraba --6.200 metros-- es prácticamente imposible acceder con un helicóptero, ya que no hay suficiente densidad en el aire para que éste se mantenga en vuelo. Por ese motivo, la única manera de llegar hasta la repisa en la que estaba Oscar era escalando, "pero cuando estaban a un día de llegar, entró el mal tiempo, que es lo que pone en peligro al equipo" cuenta. A esto además hay que añadir que "Pakistán no es España", y la situación interna de este país, que define como "caótico", no facilitó las cosas.

Incluso para un alpinista experimentado como es Kake, es difícil imaginar los sentimientos y pensamientos que pudieron pasar por la cabeza de Oscar Pérez cuando tuvo que quedarse solo, lesionado y a la espera de un equipo de rescate que no llegó nunca, en una repisa que "puede ser tan pequeña como una mesa", explica.

Pero más difícil aún es tomar la decisión correcta por parte de quién tiene que abandonar allí a su compañero, como tuvo que hacer Alvaro Novellón en el Latok II, y apresurarse en busca de ayuda. "Hace falta bastante sangre fría para tomar esa decisión, pero no podía tomar otra", y asegura que eso es posible gracias al entrenamiento.