Menos mal que la visita que Isabel Pantoja y Julián Muñoz hicieron a un médico barcelonés no fue para una revisión ginecológica, sino cardiológica, porque la única guinda que faltaba al pastel rosa de esta semana es que la tonadillera hubiera anunciado embarazo.

Una boda de postín como la de Esther Koplowitz (en la fotografía de la derecha, el año pasado).y Fernando Falcó ya colma todas las expectativas si, como es el caso, la pareja tiene aires de carambola. Desde hace años, todas las bolas estaban sobre el tapete, pero han tenido que pasar varios divorcios, algunos escándalos financieros y un decidido empeño, por parte de las Koplowitz, para que, al final, todo haya vuelto a su sitio.

Así queda el panorama: la tranquila Esther, con el abúlico Fernando; su exesposa, la inquieta Marta (Chávarri), compuesta y sin novio; el vividor Alberto Cortina, ex de Marta y de Alicia Koplowitz, casado ahora con Elena Cué, su particular barbie morena; el segundón Alberto Alcocer, con su exsecretaria y ahora esposa, Margarita Hernández, y Alicia Koplowitz, presa de sus millones y sus complejos, haciendo caridad con los Legionarios de Cristo.

ESTRELLA INVITADA

Pero lo mejor llegó el jueves, en avión y desde Oslo, esa tierra lejana a la que durante meses peregrinaron los paparazzi y hasta algún príncipe. Eva Sannum, la que pudo haber sido y no fue, realizó una visita relámpago a la capital española que sólo ha servido para remover su fallida relación con el Príncipe.

Qué necesidad tenía la joven noruega de dejarse enredar por los organizadores de un desfile de bañadores que la contrataron con el único interés de promocionar unas maquinillas de depilar. Qué necesidad teníamos todos de que, con su presencia --tan fría y cortante como las cuchillas que se anunciaban--, Eva diera la razón a cuantos tan ferozmente la criticaron como novia del heredero.

Qué necesidad tenía la joven modelo de continuar demostrando que la viste su peor enemigo y la calza el diablo. El vestido que lució el pasado jueves en Madrid (como aparece en la fotografía de la izquierda), era todavía peor que el que llevó en la boda de Mette-Marit y Haakon. Y los zapatos, que llevaba atados al tobillo cual garfio, demostraron la urgencia de que la industria del calzado español considere a Noruega objetivo prioritario de sus exportaciones.