TLta otra noche, paseando por el túnel del frío del híper, me topé con una pija tan gangoseante que me pareció inglesa. El túnel del frío congelaba más que nunca: del surimi, tres por dos, de los daníssimos, también tres por dos, y de las patateras exclusivas (en el híper ya venden las patateras junto a las almendras marconas, los espárragos navarros y el arroz de Calasparra) salía un relente que esterilizaba mientras la pija gangoseaba por el móvil. Al principio, ya digo, pensé que era inglesa, pero se le escapó un o sea y se delató. Les juro por outlet que decía o sea, como en los chistes, y que estaba a punto de coger un carpaccio de bacalao ahumado, pero lo dejó, después se fijó en los medallones de foie al sauternes, pero también los dejó. La vi alejarse hacia la zona de las patateras al tiempo que anunciaba por teléfono: "O sea, es que está todo supercaro". Les vuelvo a jurar que hablaba así, que no imito el lenguaje de las pijas para que la columna quede más propia.

Yo me dije que si a una pija tan british le parecían las cosas caras, ¿qué les parecerá entonces a mis colegas del bus urbano que trabajan por horas limpiando el Mútiples? A la hora de pagar comprobé de nuevo que este periódico es muy serio: esa mañana anunciaba que la cesta de la compra había subido un 25% y el dato fue corroborado por una cuenta que me dejó tan helado como el túnel del frío. Una caja más allá, la pija seguía gangoseando en inglés o algo así por teléfono: "No te llevo foie micuit ni carpaccio, cari, pero he comprado una patatera delicatessen de la muerte". O sea.