El festejo que abrió la Feria de San Juan fue una desilusión, y lo fue por el poco juego que ofrecieron los toros salmantinos de El Pilar. Además, la tarde pudo terminar mal cuando el manso sexto cogió de mala manera a Roca Rey al entrar a matar -se equivocó al atacar en la suerte natural-, tras una trasteo de mucho querer pero poco lucir. Ponce, por su parte, malogró con la espada una buena faena al primero, el más potable del encierro, y Manzanares pasó por Badajoz sin pena ni gloria.

Toro de mucha nobleza el que abrió el festejo, que apretaba hacia los adentros y al que Enrique Ponce toreó con cadencia a la verónica. Fue un animal al que el torero tapó su mansedumbre con la premisa infalible del temple. Faena bien planteada, especialmente por el mejor pitón, que fue el derecho. Series en redondo en las que lució lo mejor del valenciano: sabiduría, naturalidad, regusto y torería. Muletazos limpios de soberbia belleza, en la que fue una faena llena de detalles, el molinete, la trincherilla y al final el toreo por abajo, de rodilla genuflexa. Se equivocó Ponce al entrar a matar por dos veces en la suerte natural, y cobró la estocada cuando atacó en la suerte contraria.

Largo de espinazo y cuello el cuarto. Iba y venía de salida, sin excesivo celo en el capote, echaba las manos por delante. Una vara, apretó sólo con el pitón izquierdo y pronto a menos.

Toro deslucido por rebrincado. Lo intentó Ponce pero las pocas fuerzas del animal le empujaban a defenderse, cuando no a perder las manos. Al natural, salía con la cara por encima del estaquillador. La faena no pudo tomar altura.

El único problema que planteaba el primero del lote de José María Manzanares era que no andaba sobrado de fortaleza. Pero se juntó que el torero tampoco andaba rebosante de corazón. Tenía nobleza el animal pero la faena del alicantino fue todo un referente de lo que es el toreo despegado, atrasada la pierna de salida. Aquello no emocionaba, faltaba emoción y, si ésta falta, el toreo no dice nada.

Cuajado el quinto, se quedaba muy corto en el capote. Manso, apretaba para los adentros. Tanteó de Manzanares en el inicio de faena y la falta de raza del astado, echándose, daría poca importancia a lo que después vendría, y que repetiría al final de un trasteo en el que sucedió otra vez lo mismo: un toreo despegadísimo. Ese no es el camino.

Iba de castaños la tarde, y el tercero se quedaba cortito en el capote de Roca Rey. Picotazo, lo que es norma en los piqueros de este torero. Quite por saltilleras, colada por el pitón izquierdo, muy ajustado el diestro.

Brindis al público y gesto al cielo. Fandiño estaba presente. Toro rebrincado, faena con ajuste pero intermitente, la embestida desganada del animal no se prestaba a más. Muchos pases, bien colocado el peruano, al final en corto y bernardinas finales, en la última de las cuales se partió una mano el burel.

Con cuajo el sexto, no se empeó en el capote del Roca Rey y en uno de los lances se le vino al cuerpo. Toro manso y distraído, se defendió en banderillas y se defendió en los primeros compases de la faena. Sin empuje, tenía un final muy soso del muletazo, con la cara alta por falta de entrega. Porfió el torero, en corto al final, y pudo llegar la cornada.

Hoy, sobre el papel, un cartel fortísimo con Morante, Talavante y Ginés Marín. Un genio del toreo y dos extremeños en la cumbre del toreo.