La búsqueda en el Universo de planetas con características similares a la Tierra no ha obtenido éxitos por ahora, pero las investigaciones han servido curiosamente para demostrar que los planetas son relativamente frecuentes fuera de nuestro sistema solar. "El problema es que aún no tenemos precisión suficiente para hallar lo que buscamos", dice María Rosa Zapatero-Osorio, especialista del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC).

Desde que en 1995 se anunció la detección del primer planeta que orbitaba una estrella diferente al Sol, concretamente 51 Pegasi, se han descubierto nada menos que 310 más, según el recuento del Observatorio de París, de los cuales 39 han entrado en el catálogo este mismo año. Podría decirse incluso que la búsqueda ha gestado auténticos cazaplanetas, como los norteamericanos Geoffrey Marcy y Paul Butler, que suman entre ambos más de 200, y algunos menos conocidos: los dos últimos planetas descubiertos se los ha apuntado el equipo de Mercedes López-Morales, una canaria que trabaja en la Carnegie Institution de Washington. "Ya he perdido la cuenta de cuántos llevamos", comenta por correo electrónico.

EXPERIENCIA Claro está que ninguno de los exoplanetas descubiertos es un objeto rocoso del tamaño de la Tierra y mucho menos un vergel, sino que son más bien gigantes y gaseosos. Sin embargo, si un astrónomo situado en un lejano sistema enfocara sus telescopios hacia el Sol y descubriera la presencia de Júpiter, ¿debería descartar la existencia de compañeros más pequeños? "Que haya planetas tipo Júpiter no garantiza que los haya más pequeños, pero lo que está claro es que no lo descarta. Nuestra experiencia con el sistema solar así lo indica", dice Salvador Ribas, investigador de la Universitat de Barcelona (UB) y director científico del Parque Astronómico del Montsec. Zapatero-Osorio insiste: "Teóricamente, las tierras son más fáciles de formar que los júpiteres porque no precisan tanta masa".

El principal problema para detectar planetas es que nos deslumbra la luz de la estrella alrededor de la cual orbitan. "Es como si colocáramos un mosquito en un potente faro situado a muchos metros distancia", asegura la astrónoma del IAC. De hecho, los planetas extrasolares no se ven: se sabe de ellos por métodos indirectos.

Zapatero-Osorio concluye que con los telescopios actuales se llega a una precisión de observación de entre 30 y 50 centímetros por segundo, pero para detectar tierras lejanas se necesitaría al menos 9. Una de las alternativas es trabajar con varios aparatos a la vez, como ya se está haciendo con los VHL (Chile). Sin embargo, la mayor esperanza está puesta en la misión europea Darwin, concebida para este fin.